Valentí Puig, en ABC, carga la suerte con Lo que importa poco a Zapatero. A riesgo de que alguien decida llevarme, al fin, ante la Comisión de Conflictos del PSOE, debo afirmar que Puig apenas yerra.
Sólo cabe objetar a Puig que hay algo peor que la falta de estrategia: una mala estrategia, como la planteada por Bush a partir del 11-S y por Aznar mucho antes del 11-M.
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José García Abad, en ElPlural.com, trata en Consejo de inseguridad nuclear uno de los embolados de fuego en relación con la Seguridad Integral en España.
La renovación de vocales y de la presidencia del Consejo de Seguridad Nuclear, que requiere el acuerdo de PP y PSOE, va más allá de la simple designación de candidatos. Con todo sentido común, Abad reclama la apertura, en el seno de la izquierda, de un debate serio sobre el futuro de la energía nuclear en España, obviamente vinculado al diseño de un sistema de Seguridad Energética nacional con proyección europea
No estaría de más que la derecha también se pusiera manos a la obra: el desguisado del sistema energético español realizado por el PP durante sus ocho años triunfales ha generado graves riesgos estratégicos.
Ejemplo de ello: el gaseoducto directo entre Argelia y España, pactado por Aznar para disgusto de Marruecos, puede quedar pronto sometido al dictado de la rusa Gazprom, que tomaría así ventajas adicionales en la negociación global que pretende Rusia con la Unión Europea.
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Los polacos -los de la vera Polonia, no los naturales de la catalana tierra- demostraron ayer en Madrid que es posible desarrollar y explicar coherentemente una política exterior, de seguridad y de defensa integral para una nación aliada en la OTAN y socia en la Unión Europea.
Ello ocurrió durante el Seminario Hispano-Polaco "Dimensión Oriental de la Política Europea de Vecindad", realizado en la sede de la Oficina de la Comisión Europea en España, anticipado en este minarete personal anteayer.
Los rusos, activos participantes en la sesión, supieron estar a la altura del reto intelectual -y político- polaco.
Lamentablemente, se detectó una vez más que, en España, los usos en tales materias son bastante africanos -esto es, descoordinados- constatándose por enésima vez que, bajo la dirección altamente ideologizada de los responsables políticos máximos del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, los diplomáticos de carrera españoles ha incrementado efectiva y celosamente su poder corporativo tradicional.
En lógica consecuencia, toda mención a políticas que incluyan medidas "duras" en materia Seguridad y Defensa, les pone de los nervios: prever el tener que ir a apagar directamente el fuego y pensar sólo en prosperar librando papeles en un ghetto de oro no es lo mismo, ciertamente.
En tales circunstancias, cabe preguntarse: ¿cuántos diplomáticos de carrera españoles, tal como hacen franceses, británicos y estadounidenses, están sobre el terreno en todas las naciones africanas -posibles estados fallidos-, de las que procede la inmigración irregular que tanto nos preocupa?.
Pronto, los huecos que hayan dejado ellos allá, podrían tener que cubrirse con despliegues de fuerzas militares y de seguridad españolas, hoy por hoy poco asistidas por el conjunto de las corporaciones al servicio del Estado para realizar las tareas "duras" de Seguridad y Defensa que requiere una realidad geoestratégica en rápida transformación.
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