5/02/2007

Dos de Mayo: mitos y realidades útiles hoy


Ricardo García Cárcel publicó el mes pasado el libro El sueño de la nación indomable (Barcelona: Temas de Hoy: 2007), estudio detallado sobre la Guerra de 1808-1814, llamada acá desde hace largos años "de la Independencia, y de la que afirma que fue "fue una guerra sin nombre".

Ardo en deseos de leer el texto: García Cárcel me ha parecido uno de los pocos y sólidos historiadores dignos de tal nombre en la España de hoy. Juan Pablo Fusi Aizpurúa y José Álvarez Junco formarían con él una triada que, si no exclusiva, si resulta indicativa de buen hacer entre los miembros de la profesión nacidos en la postguerra civil.

Dijeron las crónicas -y una tercera de ABC del propio autor- que el libro busca destapar "los mitos de la guerra de la independencia y analiza los fundamentos irracionales del levantamiento, al tiempo que examina los diferentes mitos que han recubierto las imágenes que se tienen de la guerra de 1808, desde su punto de partida hasta las Cortes de Cádiz.

Además, pretende descubrir "los contramitos de los personajes de Godoy y Pepe Botella", declaró el autor...

Para ello "el catedrático describe en su libro los tres tipos de mitos existentes en la época: los que explican la guerra, los que inciden en el desarrollo de la batalla y por último, los propiamente conceptuales que describen el nacimiento de la nación española".

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Destruída la Armada en la de Trafalgar -imposible de reconstruir a corto plazo por la crisis económica y política que se vivía en 1805-1808, las guerras de independencia hispanas comenzaron en ambos hemisferios. El nexo estratégico físico -los buques de guerra y de comercio- ya no existe. Pero si hay un nexo estratégico ideológico, el político... desde cada quién actúa.

En el caso de la Argentina, ante el asalto británico sobre Buenos Aires en 1806, se creó el antecedente de lo que sucediera en Madrid el 2 de mayo de 1808. El Virrey huyó, el pueblo defendió la ciudad y, con las armas en la mano, tomaron conciencia de su poder.

El sistema de legitimación política del Antiguo Régimen aceptaba que el poder soberano provenía de Dios, residía en el pueblo y lo encarnaba el monarca. Busque el amable lector las argumentaciones y ejemplos en O. Carlos Stoetzer Las raíces escolásticas de la Emancipación de la América Española (Madrid: Centro de Estudios Constitucionales: 1982)

Para 1810, el Virreinato del Rio de la Plata empieza a convertirse en la Argentina, de la mano de San Martín, antiguo soldado (teniente regular) de la Compañía Americana de las Reales Guardias de Corps en Madrid. Su hermano, de similar hoja inicial de servicios, ejecutará operaciones secretas años después al servicio de Fernando VII contra los liberales exiliados en el sur de Francia y en Gran Bretaña.

Pero quedémosnos en el periodo 1805-1810. Pues resulta que la tradición escolástica y monárquica de España tenía establecido que, en ausencia o ante la incapacidad del monarca -o de sus legados legítimos- el pueblo asumía la plena soberanía práctica... y legítima.

En conjunción con los ideales de la Francia revolucionaria y los ecos de la independencia de los EE.UU., la ensalada ideológica basada en la tradición y en las novedades tomaba forma en el recipiente de la agresión exterior (caso de Buenos Aires y de los reinos y provincias de la Península) o del miedo a la inseguridad interior (caso que fue en México o en lo que por poco tiempo sería la Gran Colombia).

En Madrid, todo se desató cuando al hambre -el mes de mayo de aquel año de 1808 era el del sexto año de consecutivas sequías y carencia de reservas de cereales y de haberes en la Real Hacienda, que malamente se paliaban ya entonces con trigo procedente de Rusia y dineros de Dios sabe donde- se unía la ocupación militar de facto por cuenta del francés y los mamelucos a su servicio desde la campaña de Egipto.

La excusa fue la salida del resto de la Familia Real hacia Francia, incentivada por el golpe de palacio dado en Aranjuez por la Guardia Real afecta a Godoy, ejemplo de abdicación de la autoridad legítima, tal como lo haría Primo de Rivera 114 años después...

Don Benito Pérez Galdós -bendita sea su memoria y leídas sean sus obras- lo cuenta más o menos de este modo. Las mujeres ven que los Infantes lloran, ellas gritan "Se llevan a los niños", recogen a los suyos y "los hombres asaltan el convoy real". La insurrección -¿irracional en el Madrid de 1808, como luego lo pudo ser en el ghetto de Varsovia en 1943 y, en 1944, en toda la capital polaca?- prende.

Cargan los franceses ante Palacio, con los mamelucos al frente. Persiguen al pueblo por la calle Mayor y las anexas, entre otras, "mi" calle de los Milaneses, la calle y plazuela de Santiago, una de las dos de dicho nombre podría llamarse hoy del teniente general Veguillas, asesinado por ETA. En la Puerta del Sol, frente al edificio de Correos, la matanza general de los copados termina por hacer deflagar la ciudad: así lo intepretó Goya en lienzo famoso.

Los capitanes Daoiz y Velarde, en el Parque de Artillería de Monteleón, desobedeciendo órdenes de la superioridad, aprestan los cañones y arman al pueblo.

Por su parte, el teniente Ruiz sale de la casa-cuartel -que hoy existe como casa de apartarmentos, entonces propiedad de los Oropesa, sometida a censo y dedicada "provisionalmente" desde casi 15 años atrás al servicio del Rey; hacia 1990, edificio propiedad de KIO- con su tropa de infantería de reserva compuesta por mutilados de la Guerra de las Naranjas y haraganes levados y, cruzando a paso de carga la calle Ancha de San Bernardo, se une a los militares de oficio y a los voluntarios civiles, ya milicianos, que fortifican el Barrio de las Maravillas, hoy llamado de Malasaña por aquella Manuela famosa.

Todos fueron masacrados.

La ciudad quedará aparentemente dominada hasta 1812. Pero en Móstoles -en griego cañi, sabemos hoy, "macarra" se dice "demóstoles"- el alcalde -única autoridad legítima- proclama la guerra al francés...

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Leon Bloy, ya citado en este minarete personal, escribe muchos años después en El alma de Napoleón (México: Fondo de Cultura Económica: 1986; su primera edición en español, original francés de 1912):

"De 1808 a 1814, los hombres se mataron, se torturaron infernalmente, y esta guerra no pudo terminar sino con el fin del gran Imperio. Trescientos mil franceses arrojados por Napoleón sobre ese desdichado reino dado por él a un hermano imbécil, lo recorrieron en todos los sentidos destruyendo hombres y cosas, quemando, saqueando, degollando, violando y profanando, en represalias de las crueldades más espantosas. Más de doscientos mil combatientes españoles quedaron allí, y de los soldados del Emperador ¿cuántos volvieron?. Las cifras conocidas son para temblar. ¡Sólo en Zaragoza, un informe del mariscal Lannes acusa con horror más de sesenta mil muertos enemigos!"; (op. cit., pg. 82).

Dejemos de un lado las campañas regulares de Wellington en la Península, decisivas por haberse realizado contra un enemigo regular acosado por las guerrillas en toda su línea logística y deslegitimado por la resistencia política de los paisanos; dejemos de lado, de momento, la comparación que Don Benito Pérez Galdós hace en Zaragoza de la resistencia de la capital aragonesa respecto de la zelota Masada frente a Roma.

El hecho cierto es que la llamada guerra de la Independencia en España fue la primera guerra asimétrica de verdad en nuestra Edad Contemporánea.

Siento desautorizar un reciente texto de Luis Solana con mi afirmación, pero llevo años alimentando a mis amigos estadounidenses en Irak y a los aliados de la OTAN en Afganistán con mis argumentos para que estudien -como hacen algunos pocos- esa guerra civil e irregular que también fue la guerra de la Independencia en España, inserta en la gran guerra europea que fue la aventura napoleónica.

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Hoy, varios hechos marcan la conmemoración del 2 de mayo en Madrid.

1. En torno a la Plaza del Dos de Mayo -calle de Monteleón, calle de Ruiz, calle de Daoíz y Velarde- por dos noches consecutivas gamberros "punkies" han asolado vías y vecindarios; reiterada eclosión del nihilismo occidental, mal previsto y peor paliado.

2. Esta mañana se ha celebrado en la Puerta del Sol -como casi siempre, bajo la lluvía- la retreta militar en homenaje a los caídos en 1808, y

3. En la dicha Puerta del Sol, sobre la fachada de la Casa de Correos ya existente en 1808 -luego Ministerio de Gobernación, más tarde Dirección General de Seguridad modelada según recomendaciones de los experten de la Gestapo y, hoy, flamante sede del Gobierno autónomo de la Comunidad de Madrid- hay dos placas conmemorativas:

  • la primera, colocada en 1908, en honor a los héroes del 2 de mayo de un siglo antes;
  • la segunda, colocada en 2004, en honor a las víctimas del 11-M y a los servidores públicos y a los voluntarios que salvaron vidas en aquel brutal atentado.

Ignominiosos intereses particularizados y cobardías intelectuales y morales anexas impiden, tras el 11 de marzo de 2004, el asentamiento de la España que es como nación política común para todos los españoles que son hoy, tan diversos.

Ello es reedición de cómo, tras el 2 de mayo de 1808 y promulgada la Constitutión de 1812, se perdió la ocasión de que todo un Imperio -el hispánico- se convirtiera en tal nación política común para todos los españoles que eran entonces en ambos Hemisferios.

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