12/15/2006

Fiestas de las Luces, ¿nota multiculturalista?


Decía el Cardenal Arzobispo de Toledo no hace mucho, avanzado el Adviento que lleva al solsticio de invierno, que quienes carecen de raíces, están a la interperie y a merced de manipulaciones políticas.

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Hará un par de años, el 13 de diciembre, unos visitantes estadounidenses en Barcelona se maravillaron de ver las millares de luces encendidas en la fachada y el claustro de la Catedral.

Pero, conocedores de la parquedad de las prácticas religiosas en tierras castellanas, se asombraron más de ver a las bandadas de mujeres, familiares o vecinas entre sí, que guardaban largas colas para encender sus velas, expresión de fe y esperanza en el Espíritu Santo, aprovechando que “Per Santa Llúcia s’escurça la nit i s’allarga el día”. El ocasional cicerone explicó: "Estas son las mastresas. Si ellas deciden que es hora de que entre Franco en la ciudad, en la ciudad entra Franco. Si no, no. Lo mismo pasa con Carod Rovira o con el mismísimo Arzobispo de la ciudad, o sea, con el que sea".

En la también católica Lyon de Francia, cada 8 de diciembre, festividad de la Inmaculada, es toda la ciudad la que se ilumina. Cada casa enciende una luz en cada ventana. Y el efecto es también maravilloso, pues la práctica, ante la Navidad, se extiende hasta los muy protestantes países nórdicos...

Y allí donde estén -en la foto, en la Gdynia de Polonia de los polacos- los judíos, con preferencia las mujeres, también encienden al caer la noche todos los días del 15 al 22 de diciembre las luces de la menorá.

Es su fiesta de Janucá, que junto al solsticio de invierno, se solapa con la Navidad cristiana. Enraizada en la tradición de la resistencia de los Macabeos frente al poder sirio-griego, ese rito significa precisamente "aquí estamos con nuestras luces, nosotros no olvidamos nuestra raíz".

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No se equivocaba del todo el Cardenal Arzobispo de Toledo.

El problema, en todo caso, viene del hecho de olvidar que son muchas las raíces, tradiciones y familias en nuestro tronco común... de no saber reconocer y respetar, al cabo, la enorme diversidad de la Humanidad de la que todos y cada uno formamos parte.

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Es inevitable pensar en estas cosas avizorando la que se nos puede venir encima.

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