12/14/2006

Contra ETA: reflexiones de Maite

Servidor ha leído por ahí que el 'burikide' Egibar, del PNV (sector ultra), ha advertido que ETA está en disposición de hacer mucho daño al Gobierno español.

A todos los españoles, diría yo, incluido el mentado 'burukide'.

Transcribo transcripción de la conferencia dada, en Madrid, por Maite Pagazaurtundua en el Foro Nueva Economía el pasado 11 de diciembre de 2006. No estoy del todo de acuerdo con ella pero sus apreciaciones y propuestas merecen, no una, sino tres o cuatro pensadas.

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Reflexiones sobre el terrorismo etarra y las formas de abordarlo

Agradezco esta invitación y la valoro de forma muy especial, por su relevancia pública y por la calidad de sus invitados y participantes.

Durante más de veinte años he creído en los valores democráticos para el avance de la razón sobre los prejuicios instalados en las comunidades humanas. Este optimismo no olvida la condición humana, su afán de dominio, de poder y de actuar sobre las voluntades de los demás hasta dónde se le plantan límites. Pese al afán de dominio, pese al fanatismo latente en la condición humana, durante todos estos años he creído que con esfuerzo, con valores democráticos, estableciendo límites a la barbarie con la fuerza de la ley, es posible el avance de la razón y de las libertades en el País Vasco. Algo hemos avanzado, de hecho.

El País Vasco como tema, por supuesto, está en la opinión pública y es pieza de peso en los mentideros y en las banderías de los grupos mediáticos y políticos. Lo que quiero decir es que El País Vasco lleva algún tiempo convertido en el tema sustancial de la propaganda política y mediática que se construye y se adapta cada día para consumo de millones de ciudadanos. Con el juego prevalente de la propaganda, sin embargo, no es posible construir un futuro razonable para nuestros hijos. Esta es la primera paradoja en la que nos encontramos inmersos.

Me referiré muy brevemente a esta paradoja porque no necesita demasiada argumentación. La propaganda no llega al fondo de los problemas relacionados con el terrorismo nacionalista vasco.

Deberíamos ir presentando los temas sobre los que convendría ir avanzando diagnósticos compartidos para cuando salgamos del bucle de la propaganda. Nos conviene ir saliendo del panfleto al pensamiento crítico. En mi opinión habría que abordar al menos:

*Los prejuicios ideológicos ligados al nacionalismo vasco que asocian identidad vasca y nacionalismo vasco, ligado a un sentimiento agónico de los vascos y del futuro del euskera, transmitido durante varias generaciones.

*La mala conciencia de fondo de una clase dirigente nacionalista vasca que no ha liderado a la sociedad frente a los terroristas.

*El reconocimiento del daño personal causado en acosados y asesinados y abordar la siguiente cuestión absolutamente esencial que no es otra que

*el reconocimiento del daño político causado a los no nacionalistas, con las consecuencias que deriva Joseba Arregui y que luego citaré.

Actuar sobre los cuatro aspectos anteriores debe ligarse con la oportunidad de que los nacionalistas que no matan asuman muchos más compromisos para achicar los espacios de la percepción victimista de los nacionalistas terroristas y su entorno. Esta linea de intervención se sitúa en el seno de la sociedad vasca y podría llegar a unir firmemente a la gran mayoría de la población vasca por encima de las consideraciones ideológicas particulares. Nos daría una fuerza inmensa, de una calidad política superior incluso al Pacto de Ajuria-Enea y al Pacto Antiterrorista juntos, frente al fanatismo de ETA.

Y es que no debemos olvidar los destrozos morales sobre la sociedad vasca y su necesidad de regeneración. Durante más de treinta años, los vecinos de los amenazados no se han destacado por afear la conducta de los seguidores de ETA. Y durante este tiempo ha imperado el oportunismo del grueso del nacionalismo vasco que mayoritariamente ha buscado una solución nacionalista del terrorismo, esto es, que ETA deje de matar pero que se consigan parte de sus objetivos. Es el momento de que los nacionalistas vascos que no matan realicen un esfuerzo suplementario y nos encontremos haciendo frente a los fanáticos en los ámbitos sociales donde se les tolera lo intolerable. Es el momento de que nos demuestren que conseguir la paz no puede venir de la mano de aceptar más nacionalismo. Se lo debemos a los muertos, pero nos lo debemos por decencia democrática, todos. Es el factum morale –que señala Reyes Mate- de un tiempo histórico y un espacio físico marcado por el significado de la víctima y del acoso. Otra cosa sería el devenir sociopolítico de la sociedad una vez eliminad y superado el acoso antidemocrático de décadas.

Los aspectos que he reseñado, no son los únicos, por supuesto, pero creo que son ineludibles. Porque del mismo modo que el giro copernicano para hacer frente a ETA fue asumir que el terrorismo no son sólo las pistolas, el otro giro copernicano, en mi opinión, definitivovendrá de la unión de nacionalistas y no nacionalistas contra el nacionalismo obligatorio. Los intolerantes quedarían sin auxilio ideológico. Si los nacionalistas realizan este inmenso gesto democrático, nacionalistas contra el nacionalismo obligatorio, lograrán superar el handicap de un comportamiento tan criticable en las últimas décadas y podrán desarrollar un liderazgo eficiente, así como obtener el respeto de muchas víctimas, especialmente entre las que siguen viviendo en el País Vasco, que recelan de ellos por las razones apuntadas antes. Y esto no significa abandonar ninguna idea, sino ajustar los tiempos a la decencia democrática.

He avanzado la tesis que considero que nos podría llevar a superar el terrorismo de la forma más correcta posible.

El momento presente es incierto. Se ha propagado la esperanza de las buenas intenciones del diálogo. Aparece ligada a una especie de ideología del bajo coste, del nulo riesgo. Es una ilusión, claro. No será posible construir un futuro razonable democráticamente tampoco con la ideología del “bajo coste” que en política activa el infantilismo, la superchería y las fórmulas milagro. Esta actitud se liga con la de los derrotistas que también se amparan en el fetiche del diálogo como solución milagro. José María Ruiz Soroa lo observa entre quienes creen que el único futuro posible ante el empuje nacionalista es darle largas y demorar lo inevitable. Confiar en la ambigüedad y en que, quizás, el desarrollo de Europa nos evite una disgregación escandalosa o la difumine un poco”.

La activación del fetiche del diálogo milagro bajo la fórmula “hablando se entiende la gente”, se propaga irresponsablemente sin consideraciones a la historia de la humanidad y al afán de poder de los grupos humanos que tantos destrozos reales ha causado en las libertades individuales. Y en concreto a los etarras y el control social férreo que realizan en tantos lugares del País Vasco.

Este tipo de actitud no es nueva, ni tan siquiera es sólo española. Las palabras de Felipe González en un artículo publicado en 1998 la refuta poniéndonos ante el espejo de la realidad: “Ningún atajo nos llevará a la salida, en particular los que proponen reformas de las reglas que nos hemos dado los demócratas para que “quepan” los terroristas en ellas. Ni ETA ni HB aceptarán nunca normas democráticas. Han tenido, y tienen, multitud de ocasiones para hacerlo. ¿Alguien puede dar una sola razón, democrática, para que tengamos que aceptar sus pretensiones?”


He señalado la prevalencia de la propaganda y de las soluciones milagro en la opinión pública. Con estos instrumentos, unos u otros podrán conseguir el poder político o mediático o lo perderán. Unos u otros medrarán o no en este entorno, pero con el juego de la propaganda no se construirá un futuro con más libertades públicas y sin el agobio del nacionalismo vasco obligatorio sobre los no nacionalistas en el País Vasco y Navarra. Es conveniente ir pasando del panfleto al pensamiento crítico.

El terrorismo etarra es una técnica de guerra política encargada por políticos, los estrategas de ETA, y ejecutada por fanáticos de la identidad nacionalista vasca. Los que vemos en la pecera de la Audiencia Nacional son el eslabón más bajo del escalafón del terror. Representan la banalidad del mal, el narcisismo asesino de aldea, la insensibilidad ante la vida de los demás, lo que se quiera, pero son manejados por políticos. Joseba Arregui y Nati Rodríguez señalaban con gran acierto en EL CORREO ESPAÑOL el pasado viernes día 8 de diciembre que resulta imposible no abordar el significado político de los asesinados. Es una palabra maldita para los que buscan atajos y soluciones milagro. El “significado político” de las víctimas existe pese a lo que digamos los vivos, “porque fueron asesinados por la intención política de ETA de eliminar obstáculos a su proyecto político para Euskadi y para España.”


Los de Batasuna-ETA exigen la impunidad moral, política y judicial del ejercicio terrorista de toda su historia delictiva, así como el reconocimiento del derecho de autodeterminación sobre el territorio que ellos determinan. Quieren que se les dé la razón política de fondo y que se anule o se actúe fraudulentamente sobre la ley de partidos.

La gran cuestión es que ETA percibe expectativas de conseguir la justificación relativa de los asesinatos en una especie de memoria histórica apañada entre las partes, así como que la clase política vasca acepte una solución nacionalista que les apacigüe. Parte de sus expectativas tienen que ver con “nuestra torpeza, por la publicidad que les hacemos, por nuestra división como demócratas que perdemos el sentido del Estado”. Felipe Gonzalez dijo estas palabras en 1998, yo creo que puede ser aplicable sin hacer ninguna trampa dialéctica al día de hoy.

Quisiera hacer una consideración más sobre el alcance del terrorismo sobre todos nosotros. El terrorismo es una técnica de guerra política, y por tanto, en un nivel general todos los ciudadanos españoles podemos considerarnos víctimas del terrorismo porque la amenaza porque la tregua que han declarado no es, de momento, incondicional, ni definitiva. No es una cuestión menor la influencia que ejerce el peso de la amenaza sobre nuestras conciencias. No queda otra que hacer frente al miedo.

En un sentido menos difuso, los ciudadanos vascos y navarros somos doblemente víctimas, pues vivimos donde se han desarrollado varias generaciones de terroristas, en algunos casos con descarado apoyo social. El mundo de ETA ha procurado el control social intensivo allí donde era más fuerte electoralmente hasta su ilegalización y ha buscado volvernos débiles y cobardes utilizando las redes de cómplices y chivatos que conforman su red de apoyo.

De forma más directa han sido y son víctimas del terrorismo etarra los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, los militares y sus familias. La mayor parte de las víctimas mortales de ETA se cuentan, de hecho, entre ellos. Nunca agradeceremos lo suficiente a estas personas, profesionales y sus familias, el valor con el que han aguantado durante aquellos años de desamparo social e institucional que hemos venido a denominar años de plomo.

Los jueces, los políticos vascos de filas no nacionalistas, los periodistas comprometidos con la descripción de la realidad sociopolítica vasca, los intelectuales que se han atrevido a hablar sobre la perniciosa realidad social vasca, que es todavía bastante tabú, los ciudadanos que se atrevieron a salir a la calle durante la estrategia de socialización del sufrimiento de Batasuna ETA también han sido perseguidos y acosados por ETA de forma específica, incluso cuando no hayan sufrido la materialización de atentados. Lo mismo cabe decir de los empresarios.

Nos solemos olvidar de todo lo anterior cuando hablamos del papel de las víctimas y pensamos de forma directa en aquellos que han sufrido un atentado directo de los terroristas, o en los familiares de los que fueron asesinados o mutilados brutalmente. Las víctimas del terrorismo, en este último sentido, tienen legitimidad -como ciudadanos, como víctimas directas- para hacer oír su voz en lo que se refiere al terrorismo etarra y sobre los modos y procedimientos que puedan pretender posibilitar su final. No puede ser de otra manera en una sociedad democrática donde los asuntos públicos están sometidos al análisis crítico de todos nosotros. Y aunque las visiones sobre la correcta estrategia antiterrorista son plurales, no creo que haya víctimas del terrorismo que no exijan verdad y justicia en el fin del terrorismo etarra y no me caben dudas de que la verdadera hoja de ruta de una sociedad rigurosa democráticamente no puede eludir la verdad y la justicia respecto a su final. Esto significa evitar cualquier tipo de impunidad, de regalo de irresponsabilidad a los etarras con respecto a su pasado, o de algún tipo de maquillaje de la memoria colectiva compartida.

Se puede terminar con el terrorismo sin verdad y justicia aunque ya sabemos que sería imposible aparentar totalmente, porque la propaganda y la compra de algunas voluntades en una sociedad democrática en pleno siglo XXI no puede llegar a callar del todo a aquellas personas decentes dispuestas a aguantar cualquier tipo de estigmatización.

La estrategia de ETA es ahora distinta a la de 2003. Ahora utilizan a su favor la corriente de los que desean conseguir la paz, como sea, porque no desean una víctima más. De los que creen en el poder mágico del diálogo y cierran los ojos a la realidad de los terroristas y su historial de búsqueda de poder y control político. El anhelo pacifista que elude mirar la realidad de la condición humana se manifiesta como la corriente del laborismo británico de los años treinta tan deplorado por Churchill durante los diez años que los alemanes utilizaron para prepararse y armarse. Los amantes de la paz que no miran la realidad de la condición humana no conocen cómo Antonio Machado en Juan de Mairena nos alertaba de su debilidad argumental:

“Aunque os he hablado y os hablaré mucho contra la guerra no quiero dejar de advertiros que la paz a ultranza, que es, al fin, el mantenimiento de una paz asentada en parte sobre las iniquidades de la guerra, es una fórmula hueca, que acaso coincida con las guerras más catastróficas de la historia. Porque una paz a todo trance tendría su más inequívoca reducción al absurdo ante este inevitable dilema: o cruzarnos de brazos ante la iniquidad o guerrear por la justicia. Si eligiésemos el primero de los dos términos ¿Quién duda que, en este caso, todos los hombres bien nacidos serían guerreros y pacifistas todos los sinvergüenzas que pueblan el planeta. La paz como finalidad suprema no es menos absurda que la guerra por la fuerza misma”

En fin, considero que el gobierno puede, pero no debe abusar ni del voluntarismo del anhelo de paz sin contexto, ni del posibilismo, ni de la ingeniería social sobre la opinión pública. Tiene la máxima responsabilidad de dar ejemplo contra el sectarismo, el maniqueísmo y la propaganda, porque es quien más puede valerse de todo ello. Y tiene la obligación de hacerlo antes de quedar a merced de los terroristas, a los que interesa que seamos más manipulables que nunca por los mensajes milagro con trampa.

La resolución del Parlamento español aprobada el año pasado respondía a un modelo asimétrico. Son los terroristas los que deben algo a la sociedad española y deben acogerse a la ley y a su generosidad. El modelo de hecho parece ser, sin embargo, un modelo simétrico que iguala al Gobierno y ETA, sobre dos mesas sobre las que intentaría pastorear ETA para convertirlo en asimétrico, pero a su favor.

Aquí podemos encontrar la segunda paradoja. La Resolución del Parlamento se ha convertido en realidad en la oferta del Gobierno Español a ETA de un final negociado de la violencia con dos ámbitos interdependientes de negociación y con el compromiso de abordar medidas de flexibilización penitenciarias y un nuevo estatuto de Autonomía , sin demasiadas dudas lo digo, más nacionalista. Pero ha sido rechazado por ETA. A mí me parece un error grave de fondo la transformación de la resolución del Parlamento en lo que de verdad está ofertado.


Si los terroristas no se arrepienten, si exigen que hagamos fraude de ley a la Ley de Partidos ¿podría negociarse que los asesinos salgan de las cárceles, o que no entreguen a los asesinos de los asesinatos pendientes, sin pagar con la sociedad? Rompiendo el principio de justicia, nos degradaríamos y nos pondríamos a su altura. No ellos a la nuestra. Seguiríamos un ejemplo decadente. Y me he referido a la necesidad de un modelo basado en la Justicia que haga imposibles los espacios de impunidad mediante el fraude de ley, porque la justicia no es venganza en una sociedad donde no existe la pena de muerte y que contempla la reinserción de los delincuentes. Necesitamos un modelo basado en la Verdad que hace frente a la tentación del relativismo político y de los eufemismos que conviertan a las víctimas en ausentes involuntarios. Un modelo que una a nacionalistas y no nacionalistas en un fondo de conciencia limpio.


Regreso una vez más al círculo de la manipulación social y de la reivindicación de principios políticos democráticos de fondo y juego limpio. En el juego de la propaganda las víctimas son utilizadas o silenciadas y desprestigiadas. La propaganda les ha causado un gran dolor moral a muchas de ellas. Debemos a las víctimas las condiciones para que cierren su duelo, para que por fin entierren y lloren a sus muertos en la intimidad y en paz. Difícilmente podrán cerrar su duelo si no se les devuelve la dignidad personal y democrática que se les debe a las víctimas desde el corazón del propio País Vasco donde se han criado los fanáticos. Y esto como señalan Joseba Arregui y Natividad Rodríguez en un artículo publicado conjuntamente en el Correo el pasado viernes sólo será si la idea de Euskadi proyectada por ETA es imposible porque lo impide la memoria de los asesinados. Ese debe ser el verdadero reconocimiento institucional de su memoria, esto marcará el verdadero descanso de sus familias. En pleno siglo XXI, la superación del duelo y un relato coherente para nuestros hijos y nietos sólo podrá venir desde la victoria de la ley y de la democracia en cada rincón del País Vasco.

Los nacionalistas me parecen fundamentales para que esto sea posible. Por eso, si estas reflexiones no fueran apreciadas como pragmáticas, los nacionalistas vascos del PNV y de EA por puro interés propio y pragmatismo deberían realizar un análisis del método general con el que trabaja el mundo de Batasuna-ETA. En el caso de obtener algún tipo de reconocimiento del derecho de autodeterminación y otras cuestiones políticas en un hipotético nuevo Estatuto de Autonomía, para alborozo primario de los independentistas de ambos partidos, deberían considerar que Batasuna se prepara para otro tipo de presión aprovechando el peso del miedo atesorado sobre la colectividad en una fase post-terrorista, a fin de lograr en una segunda fase un estado oficialmente monolingüe vasco, vinculado desde el punto de vista del modelo del poder al populismo intervencionista de Chávez o de Evo Morales.

Quisiera utilizar para ir terminando unas consideraciones de Felipe González del artículo de 1998 que he ido citando en esta intervención. “En el funeral por el asesinato del Magistrado del tribunal Supremo Martínez Emperador –dice- pedí al señor Mayor Oreja que dejáramos todos de decir que cuando cesen los asesinatos todo es posible, o se puede hablar de diálogo con los violentos. Lo único que pude decirse con sentido es que nuestra esperanza, la de todos los que queremos vivir en paz y en libertad, es que ellos pierdan la esperanza de obtener ventajas políticas con sus acciones. Pero unos y otros, seguimos insistiendo en abrir “vías” que sólo entienden como señales de debilidad. Y lo que es más grave, sólo interpretan los asesinos y sus socios como ofertas de impunidad. En sus manos está, piensan, cómo y cuando deciden dejarlo”.

He intentado hacerles ver las razones pragmáticas que observo al abordar la política antiterrorista desde una perspectiva democrática no desligada de los grandes valores compartidos: libertad, justicia, igualdad.

Me he expresado a título estrictamente personal. Me gustaría dedicar lo que de aprovechable hayan podido tener mis palabras a Fernando Buesa Blanco, a Joxeba Pagazaurtundúa y a Manoli Uranga, concejala en Azpeitia y la mujer más buena y valiente del mundo. A los tres y a todas las víctimas del terrorismo y a sus familias presento mi deuda de respeto.

Muchas gracias, de nuevo, a todos ustedes.


Maite Pagazaurtundua Ruiz

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