4/30/2007

Montjuïc como excusa, ¿Cambó como modelo?: la alternativa de Ernest Lluch


Después de la última maragallada -después de todo, producto de la rabia personal de que sea un andaluz de nombre José quien haya estabilizado la vida pública en Cataluña en beneficio del PSC-PSOE, sí, pero también de España- El Plural titula El Castillo de Montjuïch albergará un centro por la paz y una sede de congresos.

El Castillo -en Montjuïc, "monte judío"- es remanente del sistema de fortificación en profundidad que cerraba el paso al francés hacia la cuenca del Ebro y el Levante, como demostró en su día Pedro Voltes Bou.

Junto a la Ciudadela, hoy parque y palacio sede del Parlament de Catalunya, su construcción y mantenimiento asentaron bases físicas para el dominio sobre la ciudad de Barcelona y sus accesos, sí, pero también para la capitalización que Cataluña pudo aprovechar desde 1714 tras el levantamiento de la prohibición de comercio con las Indias que, desde 1492, tenían los subditos de la Corona de Aragón.

Sólo los alatristes imbuídos de las mitificaciones de la Enciclopedia Álvarez pueden sostener que la unidad de España en 1492 fue la de una nación, cuando a lo sumo fue de la confederación de varias Coronas, peninsulares y extrapeninsulares. Cuánto debemos aprender, todavía, de esa ninguneada víctima de ETA que es Ernest Lluch y de sus propuestas de alternativa catalana para la España que es.

En el imaginario colectivo del catalanismo y de la izquierda en Cataluña, Montjuïc es el símbolo de largas y sostenidas represiones; la derecha barcelonesa -españolista o no- lo recuerda también por haber sido en el periodo 1936-1939 lugar dónde se torturó y se fusiló a muchos de sus hijos. La dicha cesión de la fortaleza a la ciudad de Barcelona se formaliza hoy en Madrid.

Con la dicha cesión de Montjuïc al Ayuntamiento de Barcelona, la derecha españolista -abertzales y payeses encastillados en Madrid y sus administraciones- clamará al cielo, permitiéndose ignorar que si algo rompe España es la ausencia de comunicaciones modernas entre Port-Bou/Barcelona y la capital del Reino: recuerden ese AVE cínicamente retardado desde hace 10 años, anoten ese aeropuerto y centro logístico de El Prat/Zona Franca tan descuidados durante el aznarato y la última fase del pujolato.

La dicha cesión pilla de trasmano a los catalanistas de derechas y a los socios del alcalde Hereu en el Ayuntamiento de Barcelona. Clamarán también, pero a la postre quedarán satisfechos: ¡pobrets!

No sé si por pura coincidencia, ABC publica hoy Esa admirable sensatez de Cambó.

El artículo de Miquel Porta Perales merecería todo respeto si, antes acertar con la siguiente apreciación -"Francesc Cambó fue elaborando el discurso y la práctica de un catalanismo moderado que reivindicaba la autonomía de Cataluña dentro de España, que se movía en el marco de la legalidad constitucional, que apostaba por la negociación y el pacto con el Gobierno y la participación en las instituciones y la política españolas. Un discurso y una práctica que, además de oponerse al caciquismo que a la manera de la Restauración se había instalado en los ayuntamientos y diputaciones catalanes, se proponía modernizar Cataluña y España a través de reformas económicas, educativas, culturales y sociales que mejoraran la eficacia productiva y el bienestar de los ciudadanos" - no hubiera introducido la siguiente falsedad:

" Con la llegada de la dictadura de Primo de Rivera -que fue bien vista por una Lliga que sufría en carne propia las consecuencias del pistolerismo y el llamado «trienio bolchevique» que ensangrentó las calles de Barcelona tras la crisis de 1917-, Francesc Cambó se retiró de la política concentrando sus esfuerzos en el coleccionismo artístico, el mecenazgo cultural y el mundo de los negocios".

Los profesores Seco Serrano y Cepeda -para nada sospechosos de catalanismo o de izquierdismo- no me dejarán mentir si afirmo que fue Cambó el que promovió a Martínez Anido como ministro de Gobernación del Directorio Militar de Primo de Rivera, tal cual documentó el último hace ya más de 25 años.

Aún más. ¿Acaso no fue Cambó también el promotor de Eduardo Aunós, como ministro del dicho Primo de Rivera y, luego, de Franco, para organizar, entre otras cosas, las cosas de comer en el Reino?.

Si todo ello es estar retirado de la política, que venga Dios y lo vea.

Pero el hecho desgraciado es que en España, hoy, ni siquiera hay "españolazos" de la talla intelectual e influencia de Cambó: sólo hay alatristes que moran en torno a la COPE, que se quejarán de una supuesta retirada de Montjuïc -qué digo, de Afganistán- pero que nada hicieron para evitar que Pujol impusiera a Aznar la destrucción del Ejército Nacional cuyo potencial diseño ciudadano y democrático pactaran Felipe y Fraga.

***

Siempre recordaré las semanas que siguieron al cese de Lluch como Ministro de Sanidad en 1986: las pasó trabajando todas las mañanas en el Archivo Histórico Nacional en Madrid: discreto y humilde al faenar, educado y amable para con todos.

Lo afirmo porque, beneficiario de la reforma de la sanidad pública que él y Julián García Vargas impulsaron y cimentaron, sigo vivo para contar lo que viví y para seguir cumpliendo, como puedo y sé, con mi deber.

Lo dicho, hoy especialmente, echo de menos a Ernest Lluch.

No hay comentarios: