12/16/2008

De ayer a hoy: los españoles ante la guerra


El texto que sigue se extrae de un borrador redactado por servidor en 1993. Creo que casi 70 después de redactado el documento británico en el que se basa, las cosas han cambiado. Dejo al amable lector que extraíga sus propias conclusiones.


El memorándum de 12 de mayo de 1939.

No es este el lugar en el que quepa describir en todas sus líneas la evolución de la percepción británica sobre el conflicto español y, en general, sobre el desarrollo de las sucesivas crisis político-militares que desembocaron en la Segunda Guerra Mundial [1].

Tras la crisis de Munich, el entorno político de la diplomacia y la milicia británicas no se hicieron muchas ilusiones sobre la posibilidad de evitar la guerra con la Alemania nazi. El acopio de información sobre lo que sucedía en el Continente Europeo, obviamente se incrementó. No en vano, ya se trate de una necesidad coyuntural práctica o de un ejercicio historiográfico,

"...cualquier análisis sobre política gubernamental, particularmente sobre asuntos exteriores y defensa, que no tenga en cuenta a la(-os servicios de) inteligencia, está destinado a ser incompleto. Puede, además, ser distorsionado".[2]

Una vez terminada la Guerra Civil española, la valoración objetiva sobre el potencial militar del Ejército español, dada la vinculación existente entre el régimen de Franco y las potencias del Eje, se hizo extremadamente necesaria. Los observadores británicos no podían dejarse arrastrar por la política de imagen desplegada en torno al Ejército de la Victoria. Dada la posición geográfica de España, los intereses y la vida de los británicos podían verse lesionados en distinto grado según fuera la actitud y la aptitud, respectivamente, del régimen de Franco y del Ejército español.

Tras el anuncio del compromiso británico a acudir en defensa de Polonia si esta "consideraba amenazada su independencia y se veía obligada a oponerse a esta amenaza con la fuerza" hecho por el 'premier' Chamberlain ante la Cámara de los Comunes el 31 de marzo de 1939, cabe suponer que todas las antenas de la inteligencia británica fueron alertadas e incrementado su ritmo de trabajo.


Así, el 12 de mayo de 1939, el Mayor Edmond Mahony, adjunto al Agregado Militar en la Embajada Británica en San Sebastián, envió a Sir Maurice Peterson, nuevo embajador británico, un memorándum en el que se valoraba al Ejército español como factor en la situación europea del momento.[3]

El memorándum intentaba ser cuidadoso en la distinción posible entre el estado del Ejército español en el día de su firma y el desarrollo futuro que podría tener. Así, si en ese momento el Ejército español "no debe ser considerado como una causa de ansiedad" para los británicos o sus aliados, no puede concluir que no lo vaya a ser en pocos años. Con todo, el memorándum no analiza otra posibilidad que el posible uso del Ejército español contra Francia en Europa o en Marruecos.

Del total de un millón de efectivos en pie de guerra alistados para el final de la Guerra Civil - en el que incluía Guardia Civil, Carabineros y Guardia de Asalto -, Mahony establece para mayo unos efectivos de unos 700.000 hombres, armados o parcialmente armados, sometidos a desmovilización. Señala su desconocimiento sobre el número de ex-conscriptos republicanos integrados en el Ejército.


Sobre el equipamiento de guerra y el armamento, el memorándum señala la dificultad de establecer la valoración. Al material alemán e italiano habría que unir el capturado a los vencidos y el no recogido, "abandonado en la Sierra". Destaca las dificultades logísticas y de producción para mantener y proporcionar munición a equipos y armas muy diferentes. Señala que el material italiano y alemán, siendo muy bueno y altamente disponible no es "la última palabra" en el mercado. Se anota que los servicios auxiliares son inadecuados. Los servicios logísticos de combate "no pueden ser comparados en cantidad, calidad y capacidad ejecutiva con los similares de un ejército europeo de primera clase". Tras señalar que la única arma que se sabe usar con eficacia en la ametralladora, denosta la capacidad de los fusiles en servicio y la falta de un adecuado apoyo artillero en la orgánica de la mayoría de la Divisiones operativas. Habiendo anotado la instalación durante la guerra de diversas factorías de producción de tanques y artillería de campaña "en la provincia de Bilbao", el memorándum termina este apartado subraya la existencia de recientes decretos que "realizan preparativos para la 'desmovilización de la industria bélica'".


Sobre el nivel de entrenamiento, el mayor Mahony indica que es indefinible en comparación con los niveles europeos dado que la experiencia bélica es similar a la de "prometedor boxeador novel que se ha enfrentado a otro duro pero también falto de experiencia". Coraje, resistencia y convencimiento son las cualidades que se asignan a los soldados españoles - especialmente a los castellanos y navarros- en tanto se anota la carencia de habilidad para "desarrollar el máximo con el mínimo coste" que caracteriza a los profesionales expertos en la guerra.


Al caracterizar la valía del cuerpo de oficiales salido de la Guerra Civil, Mahony destaca que estos consideran el valor personal como "única virtud militar". Afirma que los oficiales españoles son "un muy buen material de partida, muy cerca de la primera clase, y capaz de serlo de recibir adecuada educación y modernizar sus perspectivas y abrir sus mentes". Anota la existencia de los oficiales "provisionales", en curso de desmovilización. Tras subrayar las largas carreras de los suboficiales y los oficiales regimentales y del Estado Mayor, Mahony concluye que "de acuerdo con la tradición española existe, y sin duda seguirá existiendo, una gran cantidad de Generales".


La definición del nuevo estatus del cuerpo de oficiales es considerada un "factor cardinal". La normalización - sobreentendiendo la salida que se diera a los "provisionales" sería un asunto de varios años, mientras que el sentido de la educación de los oficiales entraría dentro de la especulación.


El componente psicológico a la hora de entender la posición de los españoles ante el fenómeno de la guerra, se analiza desde la percepción del "carácter nacional español", considerado inmutable y presente en todos los niveles del Ejército. Este "carácter nacional" operaría en contra de la formación de un "sólido y poderoso ejército moderno".

"El español quiere defender a España, (pero) en España, y es extremadamente dudoso que haga más, si bien no hará menos. Se declara determinado a defender las posesiones españolas en Africa, pero se muestra cauto ante su incapacidad de hacerlo frente a una amenaza de una potencia europea de primera clase".[4]

Tras remontarse a la indolencia con la que se condujo la campaña contra Abd-el-Krim como muestra de la falta de interés de los españoles por aquello que no afecta a su suelo concluye que

"Pese a que el combatiente español es paciente y bravo, endurecido por el esfuerzo, de gran espíritu y altamente fiable, esas excelentes cualidades - sobre las que se construyen los ejércitos- están neutralizadas por fuertes influencias disgregadoras como el excesivo individualismo, la falta de cultura y educación, una excesiva vanagloria y una suerte de indisciplina mental que impregna a todos los rangos y clases, y que frecuentemente se manifiesta asimismo notablemente con las más perjudiciales consecuencias en los actos de los Generales y Altos Mandos".[5]

Para Mahony, la posibilidad de transformar al Ejército español en una organización homologable a las similares de primera clase - en caso de que una guerra no se generalizase en Europa- pasaba por una intensificación, o incluso la simple continuidad, de la asistencia alemana producida durante la guerra. Así, se anotaba la presencia de personal alemán en los centros de enseñanza de oficiales y -probablemente- de suboficiales, así como el entrenamiento proporcionado a la Fuerza Aérea, la Marina y las fuerzas policiales. Los transportes ferroviarios y por carretera, los servicios telegráficos estaban, asimismo, organizados, formados y supervisados por ejecutivos alemanes. En ningún momento hay referencia a la influencia italiana.

El memorándum recogía la idea de que los oficiales españoles tenían en alta estima los métodos y la disciplina alemana existiendo "el deseo subconsciente de adquirir algunos de los rasgos de la rigurosa autodisciplina alemana" de la que por naturaleza carecían. "Si los alemanes sabían manejar la siempre sensible honrrilla española... pueden - concluía Mahony- ejercer una poderosísima influencia en el carácter español, similar a la que una vez ejerció sobre ellos el carácter británico".

En tres años, "si los líderes del nuevo Estado Español se deciden a aceptar la influencia alemana y entrenan en el futuro al Ejército español", debía esperarse un grandísimo cambio.

Ese cambio tenía unos condicionantes económicos notables. No pareciendo, por los decretos de "desmovilización de la industria de guerra", que hubiera una intención de auto-abastecerse, la compra en el exterior estaba limitada por la falta de recursos financieros. Además, sería muy necesaria una considerable reorganización de los gastos corrientes militares. Condiciones como cuarteles anticuados, falta de munición y respetos, centros de enseñanza inadecuados y mal equipados, "no podrían ser mejoradas en menos de cinco años". Y, también para ello, había que contar con la citada carencia de fondos económicos.

Las malas relaciones existentes en ese momento entre Francia y España hacían tomar en consideración la posibilidad de un conflicto entre ambas naciones. En caso de guerra, en Europa, Francia podría limitarse a la defensa de su frontera con España, "si es que las armas españolas pudieran suponer peligro para esta frontera". Ni la voluntad ni los medios españoles parecían a Mahony adecuados para embarcarse a un enfrentamiento fuera de España: "no existe base posible de comparación al día de hoy, debiendo pensar en un plazo de tres, cuatro o cinco años para poder hacerlo".

Mahony sugiere que el alto mando español sabe que cualquier acción hostil por su parte contra Francia supondría la inmediata perdida de las Canarias, las Baleares y el Marruecos español, "toda vez que no pueden defender esas Posesiones del mismo modo que no pueden romper un rígido bloqueo naval si sus enemigos deciden imponérselo".

En las conclusiones finales de su memorándum, el mayor Mahony insiste en que, dadas las malas condiciones económicas españolas que impiden la dotación de armamentos adecuados y la falta de una Flota que evite a España sufrir un bloqueo efectivo,

"... hay que mantener una clara distinción entre cuestiones estratégicas concernientes al Ejército español y cuestiones estratégicas conectadas puramente con la posición geográfica de la Península Ibérica, o las planteadas por la diplomacia española".[6]


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[1] [1] Aparte de MORADIELLOS, op. cit., dos excelentes textos que analizan los hechos, incluidas las alarmas sobre la inminencia de la guerra a partir de diciembre de 1938, son WATT, Donald Cameron. How the war came. The inmediate origins of the Second World War, Pantheon Books. New York. 1989. y BOYCE, Robert & ROBERTSON, Esmonde M. Paths to war. New essays on the origins of the Second World War. Macmillan Education. London. 1989

[1] [2] ANDREW, Christopher. Secret Service. The Making of the British intelligence Community. London. Sceptre edition. 1986. p. 14. (1st, ed. in GB. by William Heinemannn Ltd., 1985).

La hipótesis que a partir de este párrafo se formulará está inspirada por la lectura de esta excelente monografía.

[1] [3] FO 371/24130-XC197531. An appreciation of the war potentially of the Spanish Army

[1] [4] FO 371/24130-XC197531. An appreciation... pg. 7

[1] [5] FO 371/24130-XC197531. An appreciation... pg. 7-8

[1] [6] FO 371/24130-XC197531. An appreciation... pg. 13

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