No está mal tampoco el editorial de ABC, hoy, UME, fallida prueba de fuego.
Siendo las derechas españolistas responsables, junto con Pujol, del trillado de las Fuerzas Armadas, inevitable cuando improvisadamente se decidió liquidar ese factor político de cohesión nacional que era, pese a sus defectos, el Servicio Militar Obligatorio, siguen encontrando motivos para quejarse.
Dejemos de lado el juicio de intenciones: “
Vayamos al fondo de la cuestión.
Temo que el editorialista de ABC hace suyas las quejas de los llamados nacionalistas periféricos, entre otros elementos de mentalidad corporativista y autonomista, cuando anota “El País Vasco, Cataluña y otras comunidades muestran su malestar ante una posible vulneración de sus competencias sobre Protección Civil. Tampoco es fácil coordinar la actividad de las unidades civiles y militares, cuyos mandos y organización están sujetos a procedimientos muy diferentes. El problema de la dirección sobre unos y otros plantea cuestiones de difícil respuesta: no es lógico que el Ejército, institución de carácter nacional por naturaleza, esté sometido a las órdenes de autoridades de ámbito territorial, regional o incluso local”.
Los que se quejan actúan y argumentan casi en el mismo sentido en el que lo hicieron los que se quejaron del empleo de unidades de
Siguiendo a Aranda ya en el XVIII: en el siglo XXI, la fuerza militar está para lo que se le mande, como fuerza pública que es, y si funcionalmente debe seguir órdenes de un ingeniero forestal afecto, digamos, a Protección Civil de Pontevedra, es la orden superior –de carácter nacional- lo que tal faculta sin desdoro ni lesión a la primacía política última y legítimos privilegios corporativos y gestión autónoma, que no independiente, de nada ni de nadie.
Dicho de otro modo; algún día habrá que releer lo que Manuel Fraga Iribarne escribió sobre la conveniencia de establecer el criterio de Administración Única en España. En la práctica actual, tan reino de taifa es
Bien sabe el Señor lo que servidor ha pensado y escrito sobre
Las misiones nacionales –de acción de Estado- para la paliación, estabilización y reconstrucción ante todo tipo de grandes desastres que
Y tengo por cierto que pronto quedará claro que lo que más se teme en ciertos foros políticos es que las Fuerzas Armadas españolas se empleen tanto en el interior como en el exterior como fuerza pública que son en beneficio del conjunto de los españoles y no de parte, tanto en misiones que impliquen combate abierto y sostenido como en aquellas otras que tengan por objeto el refuerzo de la integridad del Estado democrático del que son corporación de servicio público. Porque lo cierto es que las Fuerzas Armadas españolas ni son una ONG, ni una empresa de seguridad privatizable según modelo a medio camino entre Eulen y Blackwater.
Por otra parte, en el ámbito simbólico, resulta que también en los cogollos de las derechas españolistas del siglo XXI ocurre como con los promotores del motín de Esquilache en el siglo XVIII. Entonces, una normativa por la que se prohibía el “tradicional” uso del sombrero llamado “chambergo” sirvió de excusa para la subversión.
El tal modelo de sombrero "chambergo" fue introducido en España por los mercenarios flamencos y teutones de Schomberg -de ahí el calificativo- que lo usaron en las campañas de Portugal y de Cataluña a partir de 1640. La inmensa mayoría de los “retros” del XVIII no tenían ya noticia de tal origen, considerándolo españolísimo por fuerza de la costumbre. La alternativa de los “ilustrados” –que se pretendía introducir por decreto- obligaba, con el objeto de que se viera la cara al que lo portaba especialmente de noche, a elevar las alas del dicho sombrero hasta formar uno de “tres picos” o "tricornio”. Excuso detallar la evolución del asunto, cuando veo a mis beneméritos guardias civiles tocados con “españolísimos y tradicionales tricornios”, en modelo heredero directo de los otrora rechazados por los “retros”…
Resulta que la costumbre no es siempre buena consejera cuando de atender novedades políticas se trata para defender con lealtad lo principal…
P.S. Para solaz de mis lectores, anoto la pieza del escritor montañés y decimonónico José María Pereda titulada justamente El chambergo, que incluye jugosos comentarios políticos a propósito, también, de la chistera y del turbante.
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