8/05/2007

Con la UME pasará como con el 'tricornio'


No está mal tampoco el editorial de ABC, hoy, UME, fallida prueba de fuego.

Siendo las derechas españolistas responsables, junto con Pujol, del trillado de las Fuerzas Armadas, inevitable cuando improvisadamente se decidió liquidar ese factor político de cohesión nacional que era, pese a sus defectos, el Servicio Militar Obligatorio, siguen encontrando motivos para quejarse.

Dejemos de lado el juicio de intenciones: la Unidad Militar de Emergencias (UME), creada hace menos de dos años a imagen y semejanza de la doctrina presidencial sobre las Fuerzas Armadas. Se trata, en definitiva, de un ejército cooperativo y solidario, ajeno a cualquier misión de tipo bélica, cuyas funciones en materia de protección civil y ayuda en situaciones de crisis se solapan con las de otros cuerpos e instituciones”.

Vayamos al fondo de la cuestión.

Temo que el editorialista de ABC hace suyas las quejas de los llamados nacionalistas periféricos, entre otros elementos de mentalidad corporativista y autonomista, cuando anota “El País Vasco, Cataluña y otras comunidades muestran su malestar ante una posible vulneración de sus competencias sobre Protección Civil. Tampoco es fácil coordinar la actividad de las unidades civiles y militares, cuyos mandos y organización están sujetos a procedimientos muy diferentes. El problema de la dirección sobre unos y otros plantea cuestiones de difícil respuesta: no es lógico que el Ejército, institución de carácter nacional por naturaleza, esté sometido a las órdenes de autoridades de ámbito territorial, regional o incluso local”.

Los que se quejan actúan y argumentan casi en el mismo sentido en el que lo hicieron los que se quejaron del empleo de unidades de la Guardia Real y del ejército regular, bajo dirección funcional de los Alcaldes de Villa y Corte, para la represión de llamado motín de Esquilache, en 1766. Hay copia en el Archivo General de Simancas -sito en la provincia de Valladolid, donde los “topillos”- de la nota del Conde de Aranda confirmando la orden y el procedimiento establecido en 1766 redactada en términos que adecuada aplicación al caso de 2007:

Siguiendo a Aranda ya en el XVIII: en el siglo XXI, la fuerza militar está para lo que se le mande, como fuerza pública que es, y si funcionalmente debe seguir órdenes de un ingeniero forestal afecto, digamos, a Protección Civil de Pontevedra, es la orden superior –de carácter nacional- lo que tal faculta sin desdoro ni lesión a la primacía política última y legítimos privilegios corporativos y gestión autónoma, que no independiente, de nada ni de nadie.

Dicho de otro modo; algún día habrá que releer lo que Manuel Fraga Iribarne escribió sobre la conveniencia de establecer el criterio de Administración Única en España. En la práctica actual, tan reino de taifa es la Comunidad Autónoma de Madrid como lo es la del País Vasco, por no hablar del caso de Canarias, donde a su vez, las taifas llamadas cabildos, son siete… cosas de la buena tradición como el Fuero de Navarra.

Bien sabe el Señor lo que servidor ha pensado y escrito sobre la UME y los efectos que tendría de adoptarse una u otra concepción y estructura de mando orgánico y funcional. Incluso he detectado cómo se estudia por ahí fuera la realización de las misiones encomendadas a la UME en España, de lo cual anoto sólo un ejemplo - The Role of the National Guard in Disaster Response and Critical Infrastructure Protection- ilustrado con foto del servicio tipo UME prestado por los militares estadounidenses improvisadamente cuando sucedió el huracán Katrina. Convengo, por ello, con el editorialista de ABC, reconociendo este que la UME no es inoperante, en que cabe “reconducir la organización, funcionamiento y competencias de la UME”.

Las misiones nacionales –de acción de Estado- para la paliación, estabilización y reconstrucción ante todo tipo de grandes desastres que la UME ha de realizar requieren de una orgánica y una funcionalidad como las apuntadas en sus normas. Y, desde luego, cabe señalar que es necesaria la aplicación, en todos los niveles de mando y conducción, de crisis del buen principio liberal y científico que establece que si se detecta un error en la prueba de lo establecido se busca corregirlo para la siguiente

Y tengo por cierto que pronto quedará claro que lo que más se teme en ciertos foros políticos es que las Fuerzas Armadas españolas se empleen tanto en el interior como en el exterior como fuerza pública que son en beneficio del conjunto de los españoles y no de parte, tanto en misiones que impliquen combate abierto y sostenido como en aquellas otras que tengan por objeto el refuerzo de la integridad del Estado democrático del que son corporación de servicio público. Porque lo cierto es que las Fuerzas Armadas españolas ni son una ONG, ni una empresa de seguridad privatizable según modelo a medio camino entre Eulen y Blackwater.

Por otra parte, en el ámbito simbólico, resulta que también en los cogollos de las derechas españolistas del siglo XXI ocurre como con los promotores del motín de Esquilache en el siglo XVIII. Entonces, una normativa por la que se prohibía el “tradicional” uso del sombrero llamado “chambergo” sirvió de excusa para la subversión.

El tal modelo de sombrero "chambergo" fue introducido en España por los mercenarios flamencos y teutones de Schomberg -de ahí el calificativo- que lo usaron en las campañas de Portugal y de Cataluña a partir de 1640. La inmensa mayoría de los “retros” del XVIII no tenían ya noticia de tal origen, considerándolo españolísimo por fuerza de la costumbre. La alternativa de los “ilustrados” –que se pretendía introducir por decreto- obligaba, con el objeto de que se viera la cara al que lo portaba especialmente de noche, a elevar las alas del dicho sombrero hasta formar uno de “tres picos” o "tricornio”. Excuso detallar la evolución del asunto, cuando veo a mis beneméritos guardias civiles tocados con “españolísimos y tradicionales tricornios”, en modelo heredero directo de los otrora rechazados por los “retros”…

Resulta que la costumbre no es siempre buena consejera cuando de atender novedades políticas se trata para defender con lealtad lo principal…


P.S. Para solaz de mis lectores, anoto la pieza del escritor montañés y decimonónico José María Pereda titulada justamente El chambergo, que incluye jugosos comentarios políticos a propósito, también, de la chistera y del turbante.

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