7/18/2007

18 de julio de 2007

Un día más, qué duda cabe.

Casi inconscientemente, anteayer, saqué de su anaquel el volumen de Dias de llamas, publicado en Ediciones B en 1987, obra de Juan Iturralde, pseudónimo de José María Pérez Prat. Sigue siendo el mejor volumen escrito sobre aquella guerra, dado que siendo novela tiene menos de ficción que supuestos sesudos estudios científicos.

Servidor no puede sentarse en el merendero que está en la calle de Francos Rodríguez frente al instituto de La Paloma en Madrid sin ver –hoy, corriendo el año de 2007- los cadáveres de los “paseados” que el juez Labayen levantaba, física y administrativamente. Labayen es un personaje de novela; los cadáveres eran, y son, reales.

La frase con la que se fulmina a André Malraux en la página 233 de Días de llamas mantiene toda fuerza para escarmiento de veleidades idealistas: “Ese tío se cree que la razón se realiza en él y no en el Estado prusiano, como decía Hegel”; la conversación que sigue reproduce actitudes muy frecuentes en todo tiempo, entonces y ahora, en materia de análisis intelectual y político.

Después de Iturralde, Benet. No retiro ni una coma del comentario Qué buena memoria, la de Juan Benet, sobre la Guerra Civil española, escrito hará pronto un año.

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Los análisis del GEES, hoy 18 de julio, ETA: avances políticos, dudas estratégicas, por Julio Trujillo, viejo amigo, y Zapatero y Zabaleta contra Navarra afinan mucho defendiendo sus perspectivas e intereses pero no terminan de explicar lo que temen: si a Zapatero le sale bien la jugada, el sistema de poder en España cambiará.

Inevitablemente, el macizo de la raza que forma en torno al PP tendrá que cambiar el chip, como hizo a partir de 1977, acomodándose a la España que es, no imponiendo la que idealmente desearían que fuera. Ayudaría a ello mucho que los santuarios de ETA quedaran desmantelados, incluyendo el que en Francia persiste desde que lo fundara un tal De Gaulle, auxiliado por el mentado Malraux, hacia 1962: Sarkozy, la pelota está en tu frontón.

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José Blanco e Ignacio Astarloa. Si Plutarco viviera, ¿escribiría sobre ellos una entrega de Vidas Paralelas?.

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