No hay ningún territorio más español que Navarra.
De acuerdo con la tradición, su régimen foral reviste característica de estatuto confederal en su relación con el resto de España.
Hasta tal punto es justa y benéfica para todos en España esa relación que, estudiando sin prejuicios sobre el estatuto del que deberá gozar Gibraltar de producirse su reintegración, algunos hayamos concluido que "como Navarra, con reserva del derecho a la doble nacionalidad a los habitantes establecidos desde antes de 1968"... corrían los días en que un ibicenco gobernaba el Palacio de Santa Cruz, sede tradicional del Ministerio de Asuntos Exteriores en Madrid.
Luis Solana Madariaga me pide que escriba, con datos, sobre lo que significó Navarra en la Guerra Civil. Acepto el reto con mucho gusto pero adelanto, que más allá de la Guerra Civil, a día de hoy, sobre Navarra y el futuro de España habrá que escuchar lo que dicen y atender a lo que hagan los Cruz Allí.
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1. Navarra, madre de la católica España.
Cabe recordar que el Viejo Reino se suma a la Monarquía hispana, por las buenas y las malas, después de la caída del reino nazarí de Granada. Javier, el santo navarro por antonomasia, por ejemplo, es hijo de resistentes a la integración que se propone desde la Corona de Castilla y que se impone por mano, entre otras no menos duras, de Fernando de Aragón, cuya lengua de leche era el catalán.
Loyola, guipuzcoano cuya familia en las guerras de banderizos formó parte del partido castellano, llegará a ser santo tras haber sido criado como paje real en Arévalo (Ávila) y haber tomado entre el Monasterio de Montserrat y la ciudad de Barcelona sábias lecciones de los monjes y de las damas.
No es de extrañar que, partiendo de los extremos, Loyola de Guipúzcoa y y Javier de Navarra se unan en Roma para formar compañía junto a un tal Laínez, de grey conversa... tampoco falta, desde fuera de la misma, el influjo del santo de los pobres Felipe Neri: todo futuro jesuita tiene que ejercer de enfermero y de maestro de primeras letras durante su formación: los cuerpos rotos y podridos y las mentes inocentes y abiertas les enseñan algunas verdades universales.
Por ello, todavía hoy, cuando todo está perdido, habiendo porfiado hasta el final, el jesuita obedece como si de un cadáver se tratara cuando el dicterio papal es emitido. Pero como navarros o guipuzcoanos espirituales que son, la lealtad al Papa no excluye la lealtad a la verdad entre los jesuítas en compañía.
Como en Navarra o en Guipúzcoa respecto de España, respecto de la Católica y Romana siempre habrá en la compañía reserva de generales, procedentes todos de sus clases de tropa: muestras recientes, el guipúzcoano Arrupe y el frisio Kolvenbach.
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2. Navarra, también madre de la católica Francia.
"París bien vale una misa" es fama que dijo Enrique de Navarra, el primer Borbón que reinó en Francia tras abjurar de su fe protestante, seguro que "incentivado" por el asesinato sectario de sus seguidores a cargo de los mayoritarios católicos.
En la mala escolástica del nacionalismo españolista -y en la del vascongado- suele olvidarse que Navarra proveyó a dos naciones en formación de buena parte de su sustancia intelectual y política. Película reciente hay, Margot, reina de Francia, que debería ser de obligatorio visionado en liceos franceses e institutos españoles para ilustración de las generaciones futuras y su preventivo escarmiento en las cabezas de sus antepasados.
Como atractivo para mitómanos y otras especies asimilables, cabe recordar que Miguel Bosé, en dicha película, hasta parece un buen actor .
Al cabo, cabe adoptar el análisis geoestratégico de la Historia para comprender el "factor navarro". No por casualidad, (víd. Pereira y Reguera) Vicens Vives, el historiador clave en el desarrollo de la profesión en España, dedicó su juventud a caballo entre Esquerra Republicana de Catalunya y la Falange del Año de la Victoria a hacerlo así, mucho tiempo antes de que diera clases al añorado Ernest Lluch y al bolchevique-convergente Josep Fontana, entre tantos otros hijos más o menos adaptados del 68 español.
Francia -"hija predilecta de la Iglesia Católica", como reiteradamente repitió el "gallego" Juan Pablo II- ha mantenido respecto de España la misma política de "marcas" que frente al sarraceno intentara imponer Carlomagno, el de los premios.
Así, la Marca Hispánica del carolingio dió lugar al nacimiento de Cataluña - que, como Castilla, es palabra que significa "tierra de castillos"- a ambos lados de los Pirineos... Sobre las vegas del Bidasoa, las derrotas históricas como Roncesvalles siguen teniendo lugar...
Pero habrá que dar un salto -intelectualmente mortal- para llegar a los antecedentes guerrilleros de 1808, de ineludible tratamiento para comprender por qué la Guerra Civil de 1936 en España y la soterrada francesa entre 1940 y 1958 tienen su origen en condiciones que se dieron especialmente en Navarra, pero no sólo en el Viejo Reino.
(continuará...)
1 comentario:
Intrigado me dejas...
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