2/16/2007

Las armas del pueblo, la división de poderes y la seguridad democrática



El joven conservador Jorge Valín publica en Libertad Digital el comentario La seguridad armada no es ningún crimen en el que afirma: "los criminales siempre van armados; las leyes contra las armas sólo desarman a la gente honrada, a los que cumplen la ley".

Escrito en Cataluña, el texto carga contra el MH Conseller de Interior y Relacions Institucionals del gobierno autónomo catalán, Joan Saura, rojiverde, aprovechando el malestar en el Principadode las gentes calificadas antaño de orden -con son muchas- ante los últimos asaltos a viviendas con resultado de muerte.

Servidor, desde la izquierda, comparte muchas de las argumentaciones de Valín, pero encuentra que no se desarrollan más allá del tradicional juego dialéctico de las derechas en todo el orbe a la hora de definir quién está legitimado y por qué a tener, portar y, en su caso, usar de armas.

Junto al derecho a la propiedad, para empezar de uno mismo, y al derecho al sufragio activo y pasivo, el de tener, portar y estar en disposición de usar armas son los atributos básicos de ciudadanía democrática desde los tiempos clásicos.

La Historia y la experiencia demuestran que privar injustamente de uno de ellos a un sólo ciudadano mina la democracia. Los criminales siempre van armados. Es significativo el hecho de que las leyes positivas de las dictaduras totalitarias de derechas y de izquierdas en el siglo XX, privando al pueblo de todos los derechos, reservaban la posesión y uso de las armas para los afectos. En el estadío último del desarrollo de leyes positivas -legales, sí, pero esencialmente criminales- las milicias de partido (SS en Alemania, por ejemplo) o la policía política más o menos regida militarmente (tropas de NKVD/KGB soviéticas) llegan a suplantar en la conducción bélica o en las funciones de policía judicial a los ejercitos regulares y a las policías facultativas no partidistas respectivamente.

Valín, dicho un poco en broma, sigue la tendencia a considerar que tienen derecho a portar armas los grupos sociales, a sueldo o no del Estado, que portan valores, sin calificar de que tipo son estos. Yo digo que los grupos sociales a los que, expresa o implícitamente, se refiere Valín son las gentes de orden que he dicho antes: joyeros, militares con graduación, propietarios de suelo edificado o por edificar, guardas jurados, etc. En última instancia, grupos sociales limitados.

Para el conjunto de sus ciudadanos, el Legislador estadounidense fijó en relación con las armas y los ciudadanos allá por el año de 1800 la norma que completando los derechos de los ciudadanos transformó la Constitución liberal en una Constitución democrática todavía hoy no superada.

Reza, civilmente por supuesto, la Segunda Enmienda: "Siendo necesaria una milicia bien ordenada para la seguridad de un Estado Libre, no se violará el derecho del pueblo a poseer y portar armas".

No es casualidad que la plena libertad religiosa, sin interferencia del Estado en su práctica por los ciudadanos, sea garantizada por la enmienda anterior. Tampoco que las siguientes establezcan la inviolavilidad del domicilio y las pertenencias personales, el habeas corpus y el debido proceso legal para que un acusado pueda ser juzgado por sus iguales, esto es, por su conciudadanos. A los jueces, así, les compete sólo pero nada menos el evitar el quebranto de la ley positiva, preservando su coherente aplicación en la defensa del conjunto de derechos indiviuales y democráticos en todo tiempo y lugar. Por eso, el Poder Judicial en los EE.UU. tiene un carácter expresamente político, sin ampararse partidariamente en códigos o doctrinas jurídicas; en consecuencia, ay del que intente minar su independencia, venga de donde venga esa intención.

En estas cosas no suelen detenerse los defensores de las gentes de orden como Valín; menos, mucho me temo, los políticos como el mentado Joan Saura.

Las armas del pueblo son garantes de la democracia. No es una mera coincidencia que en los EE.UU. no haya predominado hasta hoy tendencias pretorianas de sus ejércitos regulares incluso en la peor de la circunstancias: su Guerra de Secesión.

En la foto, partisanos judíos en los alrededores de Lublin, Polonia, en 1944. Eran los días en que muchos, judíos o no, pasaban de ser perseguidos por la policía SS a serlo por las tropas del NKVD.

En Europa, privadas las gentes de todo derecho individual y democrático, con muchos jueces colaborando activamente, se llegó a las más criminales masacres masivas. Faltaban -y todavía faltan- los niveles de seguridad democrática existentes en los EE.UU.

Desde esa memoria y constatación de hechos, digo que lo primero que debe hacer ser un hombre o una mujer que quiera ser libre contra los criminales, aunque estos estén amparados por la ley positiva, tiene que armarse, para al menos tener una oportunidad de sobrevivir o de morir con dignidad.

O al menos, no decir si está armado o no, aunque la ley positiva le garantice ese derecho. No siempre es el chorizo común el que llama a la puerta de madrugada con intenciones aviesas.

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También desde Cataluña, análisis estratégico sobre el jucio del 11-M. Quince minutos de entrevista efectiva que toca todos los palos con mucho seny.