Mientras que atendemos prioritariamente la aparición del más avanzado cachivache high-tech, resulta que lo último en materia de infraestructura de seguridad y, en su caso, de contrainsurgencia son los fortines, especialmente en las fronteras.
El que muestra la foto, es uno erigido en Irak, defendido por el US Marine Corps en agosto de 2004. El marine que figura en primer plano se llama Luis Rodríguez, un ejemplo de multiculturalidad estadounidense.
En sus estudios no reglados, servidor trazó un croquis de las localizaciones de fortificaciones tardorromanas en la cuenca norte del Duero, más detallado en su tramo alto, en los tiempos de la llamada herejía de Prisciliano. A este croquis superpuso el de las levantadas por los liberales para controlar en la misma geografía las correrías y las grandes expediciones carlistas del siglo XIX.
El resultado casi obvio, como probablemente en Irak y en Afganistán desde los tiempos de Gilgamesh y de Alejandro, es que siempre se controla el terreno y a las gentes circundantes desde los mismos lugares. De la proyección de esos croquis en espacios más ámplios, resulta que siempre hay vecinos que se aprovechan.
Como corresponde a individuos pertenecientes a la última generación de la sociedad industrial, la última formada antes del triunfo de la vacua y peligrosa postmodernidad, el último cachivache high-tech se nos suma a bosques mentales que impiden ver otros factores de la realidad.
Así, nadie puede negar que la construcción y el mantenimiento de infraestructuras de seguridad generan empleo y beneficios en su entorno inmediato.
Por eso, por ejemplo, ningún pueblo en España quiere privarse de su puesto de la Guardia Civil. Y donde la Guardia Civil ya no ejerce su función de policía rural, el público reclama que las infraestructuras de sus sustitutos también sean suyas.
Bajo esa perspectiva de la condición humana, cabe apuntar que todo político tiene alma de alcalde, aunque sea pedáneo, y de esa alma suele desprenderse un halo de capitán general con mando en plaza y vara alta. Así surgen los señores de la guerra en Irak y en Agfanistán y, en España, la extensión de la seguridad privada o particularizada.
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