10/24/2006

Vandalismo francés y fiasco estadounidense: nota para nuestros combatientes


Mientras España se nutre y nutre a los emigrantes iberoamericanos -"inclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda"- la Francia de Chirac da inequívocas señales de agonía republicana. Titula El País El vandalismo en los suburbios franceses se mantiene a un año de los disturbios. Los alborotadores han quemado más de 21.000 coches en los seis primeros meses de 2006.
Preocupado por su patio trasero español, Sarkozy tal vez busque inspiración en el artículo, accesible mediante pago, de Alison Pargeter North African Immigrants in Europe and Political Violence (Studies in Conflict and Terrorism. Volume 29, Issue Number 8/December 2006).
La guerra civil en el seno de la comunidad de creyentes musulmanes tendrá uno de sus escenarios en Europa. No hace falta más incitación para que aflore pronto un renovado vandalismo francés que, desde sus orígenes programáticos en Georges Sorel y Charles Maurras, no ha dejado de ser el primer pilar del vandalismo europeo hasta nuestros días.
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Valentí Puig, como es feliz costumbre, comenta hoy con acierto las inminentes elecciones parciales para renovar el Capitolio en los EE.UU., no sin dejar de dar puntada sobre Europa en La célebre escasez de líderes.
Precisamente desde los EE.UU. llega a mi poder un ejemplar del libro de Thomas E. Ricks Fiasco: The American Military Adventure in Iraq (New York. The Penguin Press: 2006).
Lejos de toda propaganda se trata del mejor análisis publicado sobre los múltiples errores cometidos por la Administración Bush en la conducción de la larga guerra contra el terror en el escenario iraquí. Buena parte de esos errores no son privativos de los argumentarios neo-con: nacen de la cultura política en materia bélica que preside las mentalidades estadounidenses establecidas y, por extensión, las occidentales. Esto es, de nuestras mentalidades.
Vencer en una campaña militar no equivale a ganar automáticamente la guerra y, mucho menos, la paz.
Amablemente, el autor manuscribe en el volumen a mi disposición que "tengo la esperanza de que, acaso, la próxima generación de políticos y militares lo hará mejor".
Tengo por cierto que, en ambos lados, del Atlántico se trabaja en ello, pese a los vándalos y pese a quienes, de entre los nuestros -¡ay!- persisten en reeditar los errores cometidos.
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En la foto -librada por Departamento de Defensa de los EE.UU.- un soldado estadounidense ayuda a un niño iraquí en sus estudios. Este es un procedimiento lento pero, al final, más resolutivo que toda la panoplia de artefactos mal llamados "inteligentes"; los franceses parecen haber olvidado tal proceder tanto en la metrópoli como en ultramar.
Como una mancha de aceite, las lecciones recogidas por el teniente coronel Nagl están extendiéndose, a Dios gracias y mediante la acción de Gordon England.

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