Sus ideales racionales declarados, con los que en buena parte podemos estar de acuerdo quienes queremos vivir las libertades y los deberes individuales y públicos de Occidente, están limitados por su sentimentalismo y sus intereses inmediatos.
Como en este cuadro aquí inserto, que representa el asalto a Karbala de abríl de 2003 en Iraq, su imaginería lo refleja... desgraciadamente, también los textos que se pretenden elevar al rango de canónicos.
No es con contínuas cargas de la Brigada de Caballería Ligera cómo se gana la guerra que nos han declarado los terroristas islámicos... ni ninguna otra.
Para honrar a los muertos, especialmente a nuestros muertos, hay que ganar la paz, no sólo las batallas y las batallitas, estás últimas que suelen prolongarse indefinidamente en beneficio de los enemigos.
Como les tengo dicho a mis interlocutores entre los combatientes españoles, civiles y militares, no sólo hacen falta cojones y gallardía para ganar las paces que en las que terminan todas las guerras sino, sobre todo, cabeza... mucha cabeza. Y no para embestir precisamente.
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Si los lectores de este minarete personal estudian el escudo tradicional de España, observarán que su unidad está compuesta por todas sus partes. Navarra, por ejemplo, es una comunidad autónoma cuya relación con el conjunto es casi, por no decir totalmente, confederal.
¿A santo de qué, entonces, se teme que la Guardia Civil asuma responsabilidades clave -como instituto armado de carácter militar de la Administración Central del Estado que es- en estos tiempos de turbación constitucional en la España que es y que, democráticamente, será?
Tal vez lo que pasa es que los picoletos, siempre al servicio de todos los españoles, son bastante inmunes, a izquierda y a derecha, ante los intentos de sindicación de intereses políticos en torno a juzgados, fiscalias e investigadores particularizados.
Sobre particularismos varios, amigos neo-con de Celtiberia, lean a Ortega y Gasset en su España invertebrada, a fondo y con razón democrática, de una puñetera vez.
Y déjense de romanticismos.
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