10/05/2006

De archivos y bibliotecas: Pío XI y Pío XII


Los archivos vaticanos referidos al reinado de Pio XI (1922-1939) han sido abiertos al público con grande algarabía en los medios de comunicación.
Aquel Papado se inició cuando el régimen soviético en Rusia se asentó definitivamente y accedió al poder en Italia el fascismo.
El miedo a la revolución engendró, precisamente, revoluciones.
Cuando la revolución nazi, la más importante realizada en la Europa Occidental del periodo, se asentó en Alemania con la aquiescencia de millones de seres, el Vaticano detectó la inmediatez del peligro para la Humanidad que representaban sus ideales y objetivos declarados. Algunas otras, como las soñadas en España, quedaron pendientes bañadas como todas para siempre en sangre.
El Vaticano, también en tanto que poder terrenal, usó del tacto en el trato con el mal para evitar daños directos. Así:
  • La Santa Sede firmó el Tratado de Letrán en 1929 con el régimen fascista de Italia que dió fin a la hostilidad mantenida desde 1870 y señaló el mutuo reconocimiento entre el Estado italiano y el Vaticano.
  • En plena persecución de los católicos en plena guerra civil, mantuvo discretas relaciones con los gobiernos del Frente Popular español: para finales de 1938, en la 2ª sección del Estado Mayor Central del Ejército de la República se analizaba diariamente L'Osservatore Romano buscando señales que sólo comprenderían el general Rojo con su equipo, y, tal vez, Negrín...
  • Firmó el concordato con Alemania en 1933 para asegurar la vida católica en el nuevo Reich, anotando en 1937, con la encíclica redactada por el cardenal Pacelli -futuro Pío XII- y publicada en alemán Mit Brennender Sorge, sus reservas ante la evolución del régimen neo pagano de los nazis.

Ciertamente, dicha encíclica fue prohibida en Alemania; su distribución, en la España llamada "nacional", impedida por las autoridades del Nuevo Estado durante meses y meses, no así por las republicanas; véase al respecto en su integridad el libro de Alfonso Álvarez Bolado, S.J.. Para ganar la guerra, para ganar la paz. Iglesia y Guerra Civil, 1936-1939. (Madrid: universidad Pontificia de Comillas: 1995).

A la postre, quedan por confirmar los datos sobre la encíclica Humani Generis Unitas, redactada por encargo de Pío XI en gran parte por el jesuita estadounidense LaFarge y, por decisión de Pío XII, finalmente no publicada.

Conocenos desde 1995 muchos de ellos por el magnífico libro , obra de Georges Passelecq y Bernard Suchecky, Un silencio de la Iglesia frente al fascismo: La encíclica de Pío XI que Pío XII no publicó (Madrid: PPC: 1997).

Imaginen las consecuencias para los católicos en la Europa dominada de cabo a rabo por los nazis si se hubiera reiterado en 1939, aún mediatizada por las consideraciones presentes en la propia encíclica, la siguiente afirmación, extraída al efecto del decreto de la Sagrada Congregación de los Ritos de 25 de marzo de 1928:

"La Sede Apostólica ha protegido siempre al pueblo judío contra los injustos ataques de que era víctima, y así como reprueba los celos y las luchas entre las naciones, así y de una manera especial, condena este odio al que se da hoy el nombre de antisemitismo".

Tal vez, Pío XII tuvo miedo por si y por los suyos.

Tal vez, como teme este servidor, consintió con el mal mayor por evitar un mal menor.

Tal vez, ojalá, no fuera así.

Pero, entretanto escrutamos entretenidos al Vaticano, ¿olvidaremos la acciones de cuántos entonces no tuvieron, ni miedo ni vergüenza, ni temor de Dios ni amor al prójimo, y se sumaron consciente y alegremente a perpretar las matanzas?.

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