Causa espanto comprobar, desde este minarete personal, cómo uno de los pocos analistas serios de la derecha española se deja llevar por la cultura de masas, para el caso, el efecto Alatriste
El domingo 3 de los corrientes, José Antonio Zarzalejos, en la tercera de ABC, viene a fiar sus esperanzas nacionales a la buena influencia que pudieran tener novelas comerciales, bien trabadas y mejor reescritas editorialmente del académico reportero Arturo Pérez Reverte a partir del exito de su aprovechada secuela cinematográfica.
No he de callar por más que tenga buenos amigos, combatientes españoles, que han disfrutado leyendo las dichas novelas.
Para nada cabe negar que su escribidor conoce el oficio y a las gentes. Hábil y avispado, siempre ha aprovechado bien su natural simpatía hacia los combatientes de a pie. Seduce a miles de lectores, pues les cuenta lo que quieren que les cuenten. No entra ni a dudar ni a discutir. Imita a los malos políticos que critica: satisface, por unos dineros, por unas horas, sueños y esperanzas pero, de fondo, ni propone ni impulsa soluciones, pues estas siempre son dolorosas y azarosas, al menos, para el que tal intenta. A la postre, nuestro vate recibe honores y medallas agradecido y, cómo no, con humildad .
Y Zarzalejos, como tantos, cae en la ilusión . Ni por asomo cae en la cuenta de que el personaje Alatriste es la enésima inoculación del mismo viejo romanticismo que aquí, si condujo al ideal españolista, también condujo al ideal catalanista o al galleguista. Lo de los vasquistas es más complicado, pero no menos enredado por la mala influencia del fuste torcido de la Humanidad que es el movimiento romántico, que tan bien analizara Isaiah Berlin.
En el director de ABC detectamos el equívoco que la historiografía españolista del siglo XIX creó y que recreó la Enciclopedia Álvarez en niños como lo fueran Zarzalejos o quién suscribe.
Directa heredera de la unión de Coronas hecha en las personas de los Reyes Católicos, la de los Austrias fue una monarquía confederal que usó denodadamente de la mayoría ideológica de raíz católica como excusa y medio para alcanzar el control y la cohesión social y politica en los territorios de sus muy diversos Reinos y Señoríos. El impulso de la fase final de la Reconquista, la finura política del Renacimiento y la impronta del descubrimiento y conquista de América auspiciaron la dicha confederación, pese a errores hoy de bulto que entonces no podían verse como tal.
Mal se empezó con la expulsión de los judíos en 1492. Los equilibrios productivos dentro de la Península Ibérica se transtornaron letalmente con la de los moriscos ordenada en 1607. Para cuando el personaje Alatriste está en activo, la Monarquía Hispana sufre la secesión fallida de Cataluña y la secesión exitosa de Portugal, hecho éste último que, todavía hoy, condiciona geoestratégicamente nuestro futuro más que la posesión de Gibraltar por los británicos o la pérdida del Rosellón contra el francés.
No está de más recordar el detonante de esas secesiones en 1640: devaluada la plata , el intento del Conde-Duque de Olivares de generar recursos con que financiar las soldadas de los Tercios, ejércitos levados bajo contrato de alquiler, introduciendo la Unión de Armas, un impuesto a la castellana sin contrapartidas, en los territorios de las Coronas de Portugal y de Aragón, propias de la Monarquía Hispana.
La persecución de los protestantes y del resto de disidentes, la supresión de todo contacto con el exterior en las Universidades, la negativa de las elites castellanas -de las que eran parte los vascongados- a que los aragoneses participaran del comercio con las Indias y las estúpidas administraciones de las paces y treguas a que hubo lugar, condujeron al desastre final. Una derrota que ni una victoria en Rocroi hubiera podido evitar.
Dicho esto, más que a los alatristes de derechas y de izquierdas, entre quienes son parte de la elite de poder en España, podrían atender, leer y meditar libros serios sobre el período. Anoto tres, casi al voleo, para el muy ocupado lector:
- John Lynch. España bajo los Austrias, (Madrid: Península: 1982; 4ª edición, 2 vols)
- Geoffrey Parker. La gran estrategia de Felipe II, (Madrid: Alianza: 1999).
- Bernardo José García García. La 'Pax Hispanica'. Política exterior del Duque de Lerma, (Leuven: Leuven University Press: 1996).
Y a quien corresponda, ruego anote estos versos sueltos de la epístola que Quevedo -del que, admirado literato y habiendo leído papeles viejos, sospecho que (se) traicionó a sueldo del francés- inició con el "No he de callar..."
Lograd, señor, edad tan venturosa;
y cuando nuestras fuerzas examina persecución unida y belicosa,
la militar valiente disciplina tenga más platicantes que la plaza;
descansen tela falsa y tela fina.
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