La Universidad de Defensa Nacional -de los EE.UU. por supuesto- tiene un servidor centralizado de documentación y búsqueda bibliográfica, el Merln (Military Education Research Library Network).
Desde luego, tienen listados completos de sus usuarios. De entre los de España, son inmensa mayoría los militares, no viéndose muchos entre los civiles adscritos a la Universidad española, por no hablar de los periodistas y analistas mediáticos. En la comparación con otros usuarios foráneos, los españoles no resistimos nada, en especial en relación con nuestros socios y aliados europeos.
La disciplina de partido obliga a acatar las decisiones políticas que se toman en su dirección. No obstante, la libertad de pensamiento y expresión obliga a que las opiniones personales sean expuestas. Por eso transcribo parte de un papel redactado hace meses:
"... Así, entre otros factores, la lentitud con la que se ha ido creando la cultura corporativa de las Fuerzas Armadas en los EE.UU. consintió los errores cometidos en la gestión de los asuntos militares por parte de la Administración Bush desde el 11-S. El enfoque tecnocrático con el que Rumsfeld ha conducido el proceso de Transformación en el Departamento de Defensa ha sido posible por la misma mentalidad fragmentada de los generales que, tras haberle servido, ahora le critican. En el camino, el ambiente de optimismo político y militar con que se abordó la campaña de Irak ha facilitado la actual falta de capacidad de maniobra estratégica de los EE.UU. en defensa de sus intereses nacionales de carácter vital.
Los dirigentes políticos electos y las Fuerzas Armadas españolas como corporación deben aprender de esos errores. Cierto es que el peso de las mentalidades ancladas en el pasado debe ser tenido en cuenta. Sin embargo resulta evidente que toda resistencia ha de estar bien fundada. Así, de igual modo que nadie en su sano juicio propondría hoy que la Armada española sólo contara con navíos de línea como los batidos en Trafalgar, es preciso reconocer la adaptación del sistema de Enseñanza de las Fuerzas Armadas a las realidades del siglo XXI como necesidad ineludible.
Los dirigentes políticos electos y las Fuerzas Armadas españolas como corporación deben aprender de esos errores. Cierto es que el peso de las mentalidades ancladas en el pasado debe ser tenido en cuenta. Sin embargo resulta evidente que toda resistencia ha de estar bien fundada. Así, de igual modo que nadie en su sano juicio propondría hoy que la Armada española sólo contara con navíos de línea como los batidos en Trafalgar, es preciso reconocer la adaptación del sistema de Enseñanza de las Fuerzas Armadas a las realidades del siglo XXI como necesidad ineludible.
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En relación con la propuesta de creación de la Universidad de las Fuerzas Armadas existen dos únicas alternativas. Aquella que propone la creación de la misma conforme al modelo adoptado en EE.UU. y Alemania, por ejemplo, y la que sugiere que se establezca un modelo de cooperación local entre las Academias existentes y las Universidades cercanas geográficamente. En todo caso, dentro del modelo de carrera militar en proceso de diseño, los oficiales y suboficiales al servicio de la Defensa Militar de España deberán disponer de titulación universitaria civil que les permita ser reconocidos como profesionales útiles en el mercado laboral al término de su servicio activo.
La profesión militar es una de las que configuran la formación de la elite dirigente de una nación. Mala es la nación cuyos militares deban recurrir tan sólo al amparo de una cultura corporativa estrecha y limitada.
Ciertamente en España tenemos graves carencias en nuestro sistema universitario, de investigación y desarrollo científico, técnico e intelectual. La capacidad de competencia de nuestras Universidades y centros de investigación –y por ende, de nuestras empresas- en el mercado global es muy limitada. La creación de una Universidad de las Fuerzas Armadas que promueva la excelencia de sus educandos a través del magisterio de los mejores, estén donde estén y provengan de donde provengan, es la mejor opción para construir una cultura corporativa de las Fuerzas Armadas basada en la excelencia de sus miembros. También lo es, de paso, para incentivar a nuestras Universidades y centros de investigación para que hagan mejor su trabajo en competencia con el mundo exterior y para que se hagan cargo, de una vez, de que la Defensa es un servicio público esencial para el buen desarrollo de una nación democrática como España".
La profesión militar es una de las que configuran la formación de la elite dirigente de una nación. Mala es la nación cuyos militares deban recurrir tan sólo al amparo de una cultura corporativa estrecha y limitada.
Ciertamente en España tenemos graves carencias en nuestro sistema universitario, de investigación y desarrollo científico, técnico e intelectual. La capacidad de competencia de nuestras Universidades y centros de investigación –y por ende, de nuestras empresas- en el mercado global es muy limitada. La creación de una Universidad de las Fuerzas Armadas que promueva la excelencia de sus educandos a través del magisterio de los mejores, estén donde estén y provengan de donde provengan, es la mejor opción para construir una cultura corporativa de las Fuerzas Armadas basada en la excelencia de sus miembros. También lo es, de paso, para incentivar a nuestras Universidades y centros de investigación para que hagan mejor su trabajo en competencia con el mundo exterior y para que se hagan cargo, de una vez, de que la Defensa es un servicio público esencial para el buen desarrollo de una nación democrática como España".
La solución adoptada para reformar la Enseñanza de las Fuerzas Armadas en España, dada hoy a conocer por Miguel González en El País, es expresión de la victoria de los fragmentados intereses corporativos militares, amparados por los estrechos intereses de los magníficos rectores cuyas Universidades ni saben ni pueden competir en el entorno académico internacional como correspondería al nivel de desarrollo integral de España.
Inventan otros, estudian otros, pero los militares españoles tendrán que combatir y, tal vez, morir, como los demás. Por el momento, todos junto al ex ministro Trillo, gritemos:
¡Viva Cartagena!
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