8/29/2006

Líbano: de entrada, si...


"La única posibilidad de enfrentamiento es la derivada de la propia necesidad de autodefensa", afirmaba hace tres años el entonces secretario de Estado de Defensa y comisionado del Gobierno para Irak, Fernando Díez Moreno, al insistir en que el contingente español no iba a participar en ninguna misión de enfrentamiento directo ni de imposición del orden público. Y los pacificadores españoles obedecieron las órdenes, soportando fuego hostíl y presiones sin número.
Hoy, el GEES publica un rotundo "No al despliegue español en el Líbano". Uno simpatiza con sus razones y los apoyaría si no fuera porque niegan la mayor al final: "No hay ninguna razón de fondo por la que España deba pagar con dinero, esfuerzo humano y quién sabe si sangre lo que estipula la 1701."
Hay razones para estar en El Líbano en la FINUL ampliada, como las había para combatir abiertamente en Irak. La principal, que la legitimación cotidiana de las Fuerzas Armadas españolas está en el empleo de medios militares que tienen vicariamente encomendado al servicio de la política exterior del Estado, que dirige el gobierno legítimamente establecido en elecciones generales.
España no necesita de un ejército de guarnición, sino de unas Fuerzas Armadas en acción, con preparación y disponibilidad constante: precisamente lo que se descuidó durante los gobiernos del Partido Popular. Véanse, si no, las cuentas entre 1995 y 2006.
Pero cierto es, como afirmó Alberto Sotillo en ABC ayer, "... entre tanta misión azarosa, nuestra clase política aún no se ha dado cuenta de que la frontera de España no es Afganistán, ni el Líbano, ni Kosovo, sino África". Pero, en el mismo apunte, Sotillo ignora el enorme esfuerzo de vigilancia y combate que están realizando los EE.UU. en todo el continente africano, desde Tánger al Golfo de Guinea, pasando por todo el Sahel... ya en febrero de 2004, sus fuerzas especiales cazaban en cooperación con Mali y Argelia a grupos salafistas en el desierto. También ignora que Francia mantiene dispositivos militares permanente en Chad, República Centroafricana, Costa de Marfíl y Senegal nada despreciables y, desde luego, con poca mentalidad de guarnición en el Loira.
Al parecer, la derecha española sigue prefiriendo tener, si no un ejército de guarnición, qué menos que una suerte de somatén permanente y sofisticado para la guarda de fronteras interiores y exteriores. También parece que en la izquierda española -¡ay!- no se quiere comprender que las Fuerzas Armadas están formadas para combatir abiertamente en defensa de nuestras libertades e intereses, en las ocasiones que así lo ordene el poder político legítimamente constituido y controlado.
Entretanto se deshacen esos malentendidos, veremos cómo se concretan las reglas de enfrentamiento para la FINUL ampliada en las negociaciones en curso.
Tal vez sepamos algo para cuando venza el plazo dado por Naciones Unidas a Irán para que pare de enriquecer uranio y de explicaciones sobre sus actividades nucleares.

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