De la película Il Mestiere delle armi (El Oficio de las armas, 2001), escrita y dirigida por Ermanno Olmi.
Sin esperar a que se conozcan todos los detalles de la conspiración terrorista desarticulada en el Reino Unido, puede confirmarse el carácter híbrido que tiene la suma de conflictos y de contendientes más o menos interconectados que hoy tiene que afrontar Occidente. El cierre de los aeropuertos británicos, empezando por el internacional de Heathrow, bloquea las comunicaciones continentales y transatlánticas. El caos predomina y se produce un atisbo de pánico en las bolsas de valores.
Se usan todos los medios y todas las justificaciones. Los contendientes aparecen, ora aliados frente a un tercero, ora concurrentes sin alinearse. Las poblaciones y, sobre todo, las mentes civiles son el objetivo cada vez más evidente. Los militares y los políticos de los Estados constituidos, aún trabajando en equipo, no pueden adquirir la necesaria iniciativa estratégica .
Lejos están los tiempos en que las decisiones sobre la guerra y la paz podían demorarse.
Por ejemplo, tras el segundo ataque nuclear de la historia -sobre Nagasaki, esperemos que siga siendo el último- el poder imperal japonés aún tardó nueve días en tomar la decisión de rendirse. Popularmente, los ataques nucleares sobre Japón han sido condiderados como la causa última del fin de la resistencia del imperio nipón.
Pero la memoria reservada -en puridad, todavía hoy no se pueden citar ni a su autor ni sus contenidos- del agregado militar español en Tokio entre 1940 y 1945, librada a su regreso a España en 1947 tras ser retenido por las autoridades de ocupación estadounidenses, señala la que es la causa verdadera.
Desde el 10 de agosto hasta ese día 17, el Ejército Rojo, con un millón y medio de combatientes, barrió de Manchuria a un millon de combatientes japoneses, conectó con las fuerzas de Mao, ocupó la isla de Sajalín e inició el avance sobre Corea y las Islas principales del propio Japón. Sólo cabía aceptar las draconianas condiciones de Yalta y Postdam para lograr la protección fáctica de los Aliados occidentales e impedir así la destrucción última de Japón y su caída bajo dominio soviético. De nada servían ya los kamikazes.
El 24 de agosto, con 8.000 muertos en su haber, el Ejército Rojo dió por finalizadas sus operaciones, ateniéndose a la vez a lo concretado en Yalta y Postdam: probablemente, en el cálculo soviético, pesó el efecto que podría tener el lanzamientos de más bombas nucleares, ésta vez sobre sus vanguardias militares. El 1º de septiembre, con las flotas aliadas como valladar entre China y Japón, se firmó la rendición del Sol Naciente.
Hoy, las armas de destrucción masiva siguen jugando su papel ante la guerra híbrida que se está prefigurando, tal como lo hacen las voluntades de los suicidas que intentan destruir en vuelo a los aviones comerciales. En un ámbito más convencional, los pacificadores occidentales, séan cuales séan las reglas de enfrentamiento que deben obedecer, afrontan el riesgo de padecer contínuas emboscadas.
Ello está traduciéndose ya en cambios en su armamento y en su doctrina de empleo de medios en pequeñas y grandes unidades. Así, el Cuerpo de Infantería de Marina de los EE.UU. (USMC) adquirió en enero pasado 9.000 lanzagranadas revólver M-32 de 40mm para complementar y, en su caso, sustituir a los M-203 en servicio y a los morteros de apoyo en el nivel de las orgánicas de Compañia y, aún, de Batallón. Para marzo, véase Marines Get New Six-Shot 40mm Grenade Launcher: Meet the M-32 MGL, el M-32 ya estaba en servicio.
El sistema fue concebido en los tiempos de las Bush Wars (Guerras del Matorral, no se asusten los lectores) libradas en el Cono Sur Africano en los años 70 y 80 del pasado siglo. Su adaptación por parte del USMC permite el empleo flexible de munición letal y no letal, facilitando tanto el control de manifestaciones más o menos pacíficas como la creación inmediata de barreras de fuego ante emboscadas a patrullas.
Los combates menores y el mantenimiento del orden público en pequeñas poblaciones no aconsejan el empleo de la muy superior potencia de fuego orgánica y conjunta de los pacificadores occidentales. El sistema M-32, usado también en sus versiones más antiguas por las fuerzas armadas de Sri Lanka y de Italia, entre otras, aporta una solución, si no perfecta, si aceptable cara a lidiar con tales circunstancias.
No es casualidad que la importancia de los rangos menores de los ejércitos occidentales sea clave en estas operaciones de pacificación, sea cual sea su entidad y cobertura legal. El USMC está desarrollando el concepto de Strategic Corporal (Cabo Estratégico, en castellano aunque a alguno le chirríe el oido) para planificar la selección y entrenamiento de unos mandos - antaño llamados "clases de tropa"- cuya acción, reflejada o no en las portadas de periódicos y televisiones, suma o resta ventajas parciales en la larga lucha contra el terrorismo.
Una lucha que, poco a poco, parece ir convirtiéndose en prolegómeno de guerras generalizadas que, seguro, cambiarán el mundo y nuestras mentes.
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