8/10/2006

Cuba, España y EE.UU.: las familias.

Sir Hugh Thomas, prestigioso hispanista británico se preguntaba, en su comentario sobre la ley de la memoria histórica, por el, según decía para él, curioso fenómeno por el que en las familias de clase media española inmersas en la guerra civil tuvieran vástagos militando en ambos bandos.
Thomas, autor de renombrados estudios sobre aquella guerra, sobre Hernán Cortés y sobre Fidel Castro, descartaba el factor geográfico - "el Alzamiento Nacional le sorprendió..." - como causa de esa división familiar y pedía una mejor explicación.
Los cubanos son tan españoles - "La Habana es Cádiz con más negritos;/Cádiz, La Habana con más salero" , cantaba Carlos Cano - que lo que algunos han llamado el percance de Fidel da ocasión para ensayar dicha respuesta.
El Confidencial cuenta hoy las tristes circunstancias que han venido a concurrir sobre la persona de la primera esposa, y única según la moral católica, del caudillo cubano en estos días en "El trágico viaje de Mirtha Díaz-Balart: vuela de Madrid a La Habana para velar por su ex marido". Llamada por el hijo de ambos, Fidel el jóven, Dª Mirtha acudió urgentemente a La Habana en julio pasado. Durante su estancia en la Isla, mientras el orbe se hacía eco de la enfermedad de Fidel el viejo, falleció en Madrid su segundo marido, el también cubano Emilio Núñez Portuondo, con quién se había casado antes del triunfo de la revolución.
Castros, Nuñez Portuondo y Díaz-Balart son apellidos recurrentes en la estructura de poder cubanas desde la independencia de la Isla. Los sobrinos de Dª Mirtha, Mario y Lincoln Díaz-Balart, primos hermanos por tanto de Fidel el viejo, son representantes electos por La Florida en el Congreso de los Estados Unidos.
Las ideas podrán pasar, pero la familia no pasa. Los vínculos familares son, entre otras cosas, vínculos de poder. Desde, al menos, los tiempos de los Trastamaras sino de los Julios, hay estrategias familiares, más o menos calculadas, para asegurar la supervivencia y el incremento del poderío de la casa y apellidos, estrategias que incluyen políticas de renovación de la sangre vinculando elites tradicionales con elites emergentes, amalgamanado viejas y nuevas ideas y costumbres.
En ocasiones, humanismo y cálculo se entrecruzan inextricablemente. Así, el propio general Rojo, jefe del Estado Mayor Central del ejército republicano durante la guerra, tenía un cuñado que llegaría a ser el secretario de Nicolás Franco cuando este ejerció de embajador en Lisboa. De hecho, sin traicionar a la República, el general Rojo se las apañó, a su través, para proteger y, en lo posible, evacuar al otro lado del frente a muchos familiares de los alzados en el Madrid que los hubiera asesinado. Blas Piñar, líder de la extrema derecha española durante la Transición, puede dar fe de lo que apunto en lo que a él y a su madre tocó, mientras que su padre padecía el sitio de El Alcázar de Toledo.
Tal vez algún día se sepa el papel desarrollado al respecto en aquellos días de guerra civil por Manuel Gutiérrez Mellado, tan vituperado como fue, precisamente, muchos años después, durante la Transición española.
De momento, asistimos a los prolegómenos de una probable transición en Cuba. Manuel Fraga Iribarne, el mejor lector contemporáneo del preceptor de príncipes del XVII español, Saavedra Fajardo, ya ha señalado su personal disposición a remangarse y echar una mano en declaraciones hechas, según El Confidencial Digital, al diario alemán Deutsche Welle.
Tras leer el resumen de la mismas en "Fraga habla de Cuba: apuesta por una transición a la española, califica a Raúl Castro de persona realista y pide sentido común a Washigton y Miami", búsquese entre las familias hispano-cubanas como la suya a quienes le acompañarán. No faltará un tío en América -o en Roma- que les auxilie.

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