8/05/2006

Del ácido navarro al eterno retorno en Cuba y acá

En el Colegio de Guerra del Cuerpo de Infantería de Marina de los EE.UU. (MCWAR-USMC) no están perdiendo el tiempo en dimes y diretes. Siguiendo una tradición no reflejada en las películas filmadas a su favor o en su contra, los marines combaten... y estudian.

En 2004, el teniente coronel del USMC George W. Smith fue premiado por su trabajo de curso en el MCWAR. El texto se titula “Avoiding a Napoleonic Ulcer: Bridging the Gap of Cultural Intelligence (Or, Have We Focused on the Wrong Transformation?)” y consiste en un análisis comparativo entre las carencias propias en la lucha contra los insurgentes en Irak y las sufridas por las tropas napoleónicas en Navarra frente a las guerrillas de los Mina. (*)

Smith, lejos de limitadas teorías sobre la Guerra de Cuarta Generación, utilizó un enfoque metodológico correcto –esto es, conceptualmente clausewitziano- que le llevó a concluir que las guerras irregulares las pierden quienes no comprenden el contexto cultural dinámico desde y en el que se desarrollan. Por ello, advirtió de los riesgos de insistir sólo en el enfoque tecnológico tanto para librar la larga guerra contra el terrorismo islamista en cada uno de sus escenarios como para guiar el mismo proceso de Transformación de las Fuerzas Armadas estadounidenses

Para su redacción, Smith se basó ampliamente en el magistral libro de John Lawrence Tone The Fatal Knot: The Guerrilla War in Navarre and the Defeat of Napoleon in Spain, (The University of North Carolina Press, 1994), del que hay traducción española bajo el demasiado genérico título La guerrilla española y la derrota de Napoleón, (Alianza Editorial, 1999).

Tone aporta el mejor análisis existente sobre la dinámica que supieron imponer los guerrilleros navarros que, como ácido, ayudaron a que España se convirtiera en la úlcera de Napoleón. Smith sabe extraer de sus conclusiones útiles análisis para señalar de los errores tácticos, operacionales y estratégicos que se han cometido en Irak por parte de los gestores civiles y militares estadounidenses y proponer criterios para subsanarlos.

De la mano de Smith, la historia de Mina el Mozo y su tío Espoz y Mina, junto a todos los combatientes navarros bajo su mando, ya es parte del acervo cultural consiciente de Occidente. Sólo con la suma de aportaciones como la de Smith se pueden librar y ganar las guerras irregulares impuestas hoy a Occidente, ajustando los esfuerzos de Transformación de sus Fuerzas Armadas de forma eficiente para lograr cubrir objetivos políticos razonables en el largo plazo.

No está de más señalar que Mina el Mozo terminaría fusilado en 1817 de un modo muy español: por ser uno de los caudillos de la independencia de México. También cabe recordar que Espoz y Mina, masón y defensor a ultranza de la Constitución de 1812, texto fundacional de la nación española que la inmensa mayoría defendemos hoy, fue uno de los pocos generales y de los pocos españoles que se opusieron a la entrada en España de los franceses “Cien Mil Hijos de San Luis” que apoyaron la restauración en 1823 del régimen absolutista de Fernando VII. No cabe duda que, junto a sus adversarios políticos, los ancestros de los Del Burgo y de los Mayor Oreja de hoy, forman parte de construcción histórica que no cabe ningunear, mitificar o manipular de la España del siglo XXI.
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En el campo historiográfico, John Lawrence Tone no ha dejado de trabajar. Profesor de Historia en el Instituto Tecnológico de Georgia –¡ay!, qué decir de la falta de formación histórica de nuestros técnicos y viceversa- ha dedicado más de diez años a investigar sobre otra guerra irregular librada en un escenario decididamente español.

Resultado de su esfuerzo, en febrero pasado, Tone ha publicado War & Genocide in Cuba 1895-98 (The University of North Carolina Press, 2006). En él se analiza sistemáticamente y en su contexto toda la estrategia de la campaña contra los insurrectos cubanos aplicada por general Weyler, incluida la creación de campos de concentración y de “aldeas estratégicas”. Tone emplea documentación –de archivos de hospitales, de diarios personales, etc- hasta ahora minusvalorada para estudiar aquella guerra irregular que terminó con una breve campaña convencional con alcance estratégico global: la de intervención de los EE.UU. justificada, mediática y políticamente por motivos humanitarios…

Interesan en extremo las aportaciones de Tone sobre la guerra civil encubierta entre cubanos afectos a España e independentistas, sin la que las políticas y acciones contra la insurgencia de Weyler no hubieran tenido razón de ser. El eco de esa guerra civil, ocultada por la historiografía oficial cubana desde 1898 hasta hoy sin solución de continuidad, subyace en las tomas de posición política en la Isla y en La Florida ante los inminentes acontecimientos de Cuba.

Tone recoge la calificación de “genocidio” a la guerra de 1895-1898 y el apelativo de “carnicero” al propio Weyler de empleo común entre los cubanos de hoy, residan en la Isla o en La Florida. Y analiza la veracidad de los excesos cometidos por los afectos a España en Cuba… también, los de los insurrectos. Pero, desde luego, no es su cometido señalar una actuación muy posterior del propio Weyler que conviene anotar aquí.

En 1923, un anciano capitán general Weyler, curtido en todas las guerras civiles españolas desde 1854, incluidas las cubanas y las filipinas, fue el único alto mando militar en activo que plantó cara a Primo de Rivera. En honor a Weyler, hay que recordar que él fue quién avisó personalmente a los inductores de aquel golpe de los efectos negativos que tendría para España y su monarquía parlamentaria la quiebra de la Constitución de 1876 que suponía aquella “solución institucional de facto”, por más que en el corto plazo fuera incruenta.

No pocas veces, las acciones irreflexivas de los conservadores a ultranza de lo existente, temerosos de lo porvenir, desencadenan las revoluciones, las guerras civiles, las matanzas... Al cabo, sólo la falta de reflexión a que lleva el desconocimiento lleva al eterno retorno.

Raúl Castro debería tomar nota de ello en sus circunstancias. Tal vez, en el otro extremo, político y oceánico, también deberían hacerlo en las suyas otros caballeritos de honda raigambre cultural española. Entretanto, es toda una garantía saber que el teniente coronel Smith, al igual que miles civiles y militares fuera y dentro del USMC, sigue estudiando… y, con lo aprendido, combatiendo.
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