En los procesos de Praga de 1948, los estalinistas acusaron a algunos por militar en grupos anarquistas antes de la Primera Guerra Mundial, mancha que la posterior fe depositada en el partido de Lenin no habría limpiado, justificándose así todas las sospechas y las persecuciones.
Si Grass lo hubiera contado todo y hubiera abominado de todo antes de aceptar ser considerado como referente etico y moral el escándalo actual tendría tan poca solidez como la tenían las acusaciones montadas por los comisarios de Stalin.
Pero el militante de las Juventudes Hitlerianas, autor en su madurez de "El tambor de hojalata", sostiene, constante, ya anciano, una por lo demás extendida opinión desde su juventud: los Estados Unidos de América son los malos de la película, la plutocracia agresiva.
Cabe dudar entonces sobre cúal era la intención última de Grass al publicar en 2003 "A paso de cangrejo", reconstruccion de "su" memoria histórica sobre del sufrimiento de los alemanes cuando la Segunda Guerra Mundial volvió tornas. No por casualidad, el propio autor denunciaba que esos sufrimientos ni siquiera se estudian en los libros de texto de su país.
Dados los olvidos y silencios de Grass sobre si mismo, aprender de la historia de mano de su flaca y muy selectiva memoria es arriesgado. En una entrevista recogida por la BBC a propósito de ese último libro, Grass afirmaba: "Es necesario retroceder para avanzar, como los cangrejos".
Cabe preguntarse hoy a propósito de Grass: ¿habría que retroceder hacia Hitler o Stalin?.
Lo único decente sería, desde luego, estudiar e inspirarse en otros ejemplos; por citar a estadounidenses vivos en la juventud de Grass, en los de Roosevelt y Harry Hopkins.
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