12/06/2008

De la constitución subyacente de España: Ridruejo, una vez más.


El pasado 1º de diciembre Víctor Pérez-Díaz, quien posiblemente sea el mejor sociólogo de derechas en España, publicó el comentario y elogio Ridruejo, un testigo incómodo del presente.

Y no dice demasiadas tonterías, diría que ninguna. Pero Dionisio sigue siendo inasible. No es caso el señalar cómo se diluyó el intento "aznarí" por posesionárselo. Tampoco, el demostrar cómo las operaciones para apropiarse de Dionisio -y debo decir que de Negrín- por parte de la izquierda "tardoantifranquista" fracasarán.

Lo peor que se dijo a izquierda y a derecha de Dionisio estando en vida fue que se había convertido en liberal. Y ello fue cierto: liberal converso fue en sus últimos veinte años sin esconder su pasado, aguzando su pensamiento, sin maquillar su acción.

En España, ciertamente, o no hay liberales, o son pocos.

Hay, eso si, muchos que padecen El síndrome del liberalismo inmaduro y no pocos que, so capa de liberales, sólo ostentan esténtoreamente -"ostentóreos", según "palabro" que le salió así de natural a Jesús Gil y Gil, el jerife de los "malayos" de Marbella- el vacío en la oquedad de la cabeza y el ansia infinita de dinero.

Ridruejo no fue meramente un personaje sobre el que tratar e intentar manipular. Fue, ante todo, una persona, un ciudadano, un español de futuro.

No se complicó en la "tenida" de Gredos en 1940, donde se repartieron las cátedras y otros cargos los intelectuales de la Victoria, aquellos cuyos hijos y nietos se pavonean de no se sabe qué noblezas y purezas. No se complicó tampoco con las sucesivas, pergeñadas por estos que digo en oleadas de "danzantes de la jeringa", que hoy dominan nuestro ramplón y mamporrero panorama académico, intelectual , político y etico... la cosa ya se arrastra desde 1956... y huele.

Así, vergüenza ajena -sentimiento que un anglosajón no puede comprender- da al comprobar cómo las diversas propuestas de reforma constitucional, chocando como icebergs, ignoran lo fundamental en la constitución subyacente de la España que es y que será.

El joven Ridruejo, con miedo, intuía algo sobre ello; el Ridruejo maduro, asombrado ante lo criminal de su tiempo, lo comprendió: buen castellano viejo de El Burgo de Osma, hizo del catalán y de lo catalán parte esencial de su pensamiento y acción, apuntada en su intento de acción integradora como Jefe de Propaganda en la Barcelona de 1939 y, sin duda alguna, al retornar, vencido, a Cataluña tras un periodo trascendental de reflexión en la Ronda de Rilke... Hoy, afín como fue a los nazis en su juventud, aceptaría de buen grado pero críticamente lo contenido en Catalunya y el País Vasco, las comunidades de más profunda raigambre ibérica de España.

Pues, como fascista consecuente, fue el único miembro del Consejo Nacional del Movimiento que combatió en Rusia y lo hizo con el grado raso de soldado de la Infantería española. Ya liberal, jamás abandonó a los suyos pues incluyó a todos los nuestros. Pues en el incluir a todos los nuestros está el secreto de España, según feliz expresión de Juan Marichal, que es la constitución subyecente que digo.

Con gallardía, pués, dijo y escribió en cada momento lo que consideró que era preciso. Fue a la cárcel repetidamente por ello pero obtuvo el respeto de un presidente de los EE.UU. llamado Kennedy, según documentó Eduardo Martín de Pozuelo en Los secretos del franquismo, serie de artículos de La Vanguardia publicada como libro en 2007. Aparte de George Santayana, ningún intelectual español del siglo XX alcanzó audiencia tan poderosa.

Murió razonablemente pobre. No dejó escuela, facción o herencia contable digna de mención.

Pero hoy Fraga revisa al detalle los capítulos de la biografía que, sobre su persona y por su indicación, está redactando para Planeta el último secretario de Ridruejo, Manuel Penella Heller, depositario de antídotos imprescindibles frente a la rampante vulgaridad. Por su parte, Felipe sigue observando y acertando.

De Ridruejo, unos versos:

La vida es, camarada...
Pero ahora recuerda, solamente recuerda,
Sea tu compasión sin llanto ni reproche,
y sea, sobre todo, sin magisterio vano.
No clames tu experiencia.
Es tiempo de silencio y destreza piadosa.

No hay comentarios: