Tengo para mi que la España que es, es como Aragón, donde fijó en Zaragoza -lean la novela homónina del canario judío Galdós- las debidas normas combatientes una mujer llamada Agustina.
En Aragón puede haber jugadores, sí, pero lo que prima es gente honesta y honrada.
En Huesca, por ejemplo, hay patronímicos y toponímicos vascuences mezclados con los catalanes. El castellano de Aragón, hay que decirlo, es el más recio de España.
Cuando un pobre de pedir, pide y asevera en su miseria que es aragonés, no lo duden: dice la verdad, su verdad personal, y la caridad para con dicho pobre es cosa obligada.
Tengo para mi que Labordeta, mentor del jóven Jiménez Losantos, entreambos dos encabronados hoy, en el fondo querría ser de derechas, como servidor aspira a ser pese a los aznaríes por oficio.
Quedan los gallegos. Pero, incluso en Cádiz, en Cartagena y en la añorada Lisboa de Portugal están casi todos en la Armada -vencible pero no derrotada, entre el Marín de Pontevedra y el otro que yo me sé- la que sabe cantar como Dios manda la Salve.
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