Gracias a El Alijar, en su comentario a la anterior entrada, podemos meditar sobre la potencia del S.P.Q.R.: aquí, los restos de Aquis Querquernis, en la actual provincia de Orense, Galicia, España.
La castramentación -los cabrones y los castrati de la Real Academia Española no la tienen recogida en el Diccionario de la Lengua Castellana- obra pública que, cuando cuaja, funda ciudades, seguro de civilizaciones.
Las Alejandrías en todas partes. León, mi amada Autun, Tréveris (en germano, Triers, tal como Köhl es Colonia) y Constantinopla en Europa.
La población de la América, red de ciudades, La Habana y Veracruz, Buenos Aires y Los Ángeles en la catalana California, 60'4% de angloparlantes -la mayoría del resto, viven en el buen castellano de los españoles de América-, gobernados todos por un austriaco, con la cobertura de la Base Naval sita en San Diego, la más grande que vieron los siglos.
Singapur, ciudad estado china fundada por un inglés, por serlo como Hong Kong, poco democrática. Manila…, incluso Port Arthur, al otro extremo del mundo de San Petersburgo. También, la Ciudad de El Cabo, en el otro extremo, el africano.
¿Saben que en Hobart, la capital de Tasmania, en el océano austral, hay una Plaza de Salamanca? En algún lugar los veteranos del Ejército de Wellington, duque de Ciudad-Rodrígo, vencedores de ese antecedente de los crímenes del siglo XX que fue Bonnie, tenían que tener asiento. ¿Les extrañará entonces que Dunedin, gaélico nombre de Edimburgo, tiene la Universidad abierta sita más cerca del Polo Sur, en Nueva Zelanda?.
Y S.P.Q.R. triunfa con ello. Estamos en agosto, el mes de Augusto...
Efectos del poder del Senado y del Pueblo de Roma, siempre aprendiendo de Atenas y, también, de Esparta.
El sentido de todo ello, así lo vivo, lo da Jerusalén, fortaleza de los jebuseos, santificada por el pecador David.
Hasta en Etiopía...
P.S. Un alma caritativa me avisa de que existe castrametación; sin embargo, no retiro los epítetos dedicados a los Inmortales: mientras que no acepten la acepción del verbo "descuajar", hecha por D. Miguel de Unamuno, ni de coña.
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