Bardají en ABC, con ¿Año nuevo en Irak?. Según él, Bush:
"... va a adoptar las ideas que han sido impulsadas por los apresuradamente dados por muertos neoconservadores. Va a incrementar las tropas en Irak. Como les dijo hace nada a sus generales, «quiero una estrategia para vencer, no una para huir». // ¿Por qué otra vez los «neocons»? Porque, a diferencia de todos sus detractores, son los únicos, como ya pasó el 11-S, que le ofrecen al presidente americano una posibilidad de victoria. Los demás se resignan a que Irak sea un nuevo Vietnam. Pero Bush hijo no quiere repetir los errores de guerras pasadas."
El sello GEES, por su parte, en Milagros para Irak (1). Sobre estrategias y medios, complementa los asertos de Bardají. Y leemos que Bush:
"Por fin se ha dado cuenta de que las estrategias de su Rumsfeld y de sus generales estaban destinadas a liar el petate y volver a casa cuanto antes. No han dejado de hablar de reducción de fuerzas casi desde el día en que pusieron el pie sobre el malhadado país o, al menos, desde aquel 1 de mayo del 2003 en que Bush proclamó el fin de las operaciones propiamente bélicas, vulgo guerra. Las circunstancias lo imposibilitaron una vez tras otra, pero en cada ocasión las promesas renacían de sus cenizas para unas semanas o meses más tarde. Ahora, cuando ya parece que nadie ve otra alternativa y su capital político se diría que está próximo a cero, el presidente pretende acabar con las expectativas derrotistas de una vez por todas. Empieza prescindiendo de su imprescindible secretario de Defensa. El general Abizaid, jefe del Mando Central que tiene a su cargo tanto Irak como Afganistán, pone rumbo hacia su casa y lo propio tendrá que hacer prontamente el general Cassey, responsable militar en Bagdad.
Eso es lo que hacen los políticos cuando sus generales no les funcionan. Uno de los grandes defectos de Bush es su perruna lealtad a sus servidores. Impropio de la pragmática crueldad del mundo del poder, especialmente cuando se trata de la trágica política "por otros medios", los clausewitzianos. Eso fue lo que hizo Lincoln, el modelo que inspira al actual habitante de la Casa Blanca. Cuando nombró jefe del ejército a Grant, el único que le ganaba batallas, le advirtieron de que bebía. "¿Y qué bebe?", respondió, "porque me gustaría dárselo a mis otros generales".
La cuestión ahora para Bush es si tiene la pócima adecuada, porque tal como están las cosas el único factor de victoria a tener en cuenta de momento, por intangible que sea, es su propia voluntad de conseguirla, contra viento y marea. No es suficiente pero es imprescindible. En esa porfía su comportamiento está a la altura de su modelo. Lincoln, en medio de la Guerra Civil, fue el más despreciado y vituperado de los presidentes americanos, con su popularidad por los suelos, toda la prensa furibundamente en contra, acusado de ser un rústico patán incapaz de percibir la deplorable situación en la que se encontraba y rodeado de un clamor de exigencias de concesiones y compromisos."
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Ignoro si Lincoln había leido a Clausewitz. Pero cierto es que llegó a saber que, antes de emprender una retirada de un teatro de operaciones determinado, lo primero que hay que hacer es empeñar más tropas en el mismo para no poner en riesgo al conjunto del despliegue de la fuerza militar empleada.
Lo que está claro es que la muchachada de FAES/GEES no ha leido ni a Clausewitz... ni a Tucídides.
Desde luego no aspiran a ser émulos del general George C. Marshall, quien si había leido al autor ateniense, al prusiano y al propio Lincoln cumpliendo siempre con el deber supremo de todo general de hombres y mujeres libres: estar preparado para servir bajo las órdenes de cada gobierno legítimamente elegido por estos.
Nuestros neocon locales -no quiero pensar que sus patronos estadounidenes- confunden estrategia con voluntad de poder de su líder... como los Keitel de Hitler, como los Beria de Stalin.
Fueron estos brazos ejecutores de la voluntad de aquellos, liquidadores de los generales que no les funcionaron. Y recordemos que los lacayos nazis y comunistas siempre propagaban sobre esa base la existencia de la posibilidad de victoria.
Lincoln destituyó, cierto es, a muchos generales. Pero jamás presumió de haber ganado la guerra ni en 1861, ni en 1862, ni en 1863, ni en 1864, ni en 1865... tampoco tomó vacaciones en medio de las sucesivas crisis, al contrario de la práctica común de la que Bush hijo es maestro y que tiene sorprendentes seguidores en Europa...
Lincoln estuvo siempre encima de las operaciones, preguntando cuando no sabía, corrigiendo sus errores, asumiendo riesgos personales cuando era necesario... gobernando democráticamente aún usando los poderes de guerra que Bush hijo ni siquiera ha ensayado aplicar.
Los neocon celtibéricos ocultan ese hecho, en coherencia con la práctica de su lider local, al que acríticamente sostuvieron, ya todos en guerra, entre 2001-2004: según esa coherencia, hay que hacer la guerra, usando de pócimas diversas, para que no la note el público y se deslegitime nuestra voluntad de poder...
En ambos casos, los antecedentes no están en los Lincoln, Clemenceau, Churchill o Ben-Gurión, bien descritos en su mejor hora por el neocon estadounidense Eliot A. Cohen en su soberbio Supreme Command. Soldiers, Statesmen and Leadership in Wartime (New York: Simon & Schuster, 2002; edición más barata y puesta el día en Anchor Books, 2003).
En ambos casos, los antecedentes están en Hitler hasta 1942, en Franco entre 1941 y 1943 y entre 1956 y 1958, en la IV República Francesa en Indochina y en Argelia, incluso en Vietnam y sus escaladas ...
Qué lástima que nuestros castizos neocon confíen en pócimas.
A Dios gracias, los combatientes por las libertades y valores de Occidente a un lado y otro del charco tenemos a generales como Abizaid, producto de la multicultural civilización democrática de la que EE.UU. es buen ejemplo.
Un general, Abizaid, que no ha mentido jamás ni a su comandante en jefe ni, sobre todo, al público, para empezar ante su Cámara de Representantes y ante sus comités senatoriales, razón por la que se va a casa con honor, cumplido ya hace mucho tiempo el plazo de su retiro burocrático.
Dejemos a nuestros neocon con su caldero para venta de pócimas milagrosas.
El resto, sigamos atendiendo, con rigor democrático, a lo que verdaderamente pasa: ninguna guerra ha terminado, ninguna paz está por llegar sin sangre, ni sudor, ni esfuerzo, ni lágrimas...
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