Uno de los mayores problemas morales a afrontar cuando se trabaja en asuntos de Seguridad y Defensa es el de cómo mantener la debida profesionalidad: ¿se debe tolerar la incompetencia, aunque sea la propia?.
Un cálculo mal realizado, y el avión que ha de volar seguro se estrella matando a los ocupantes. Un concepto erróneamente definido, y resulta que las palabras matan. En el asalto a un piso franco o en la evacuación de un herido, falla el superior, el compañero o el subordinado y alguien, de los nuestros, muere innecesariamente.
Recordaba el viejo Maravall en Estado Moderno y Mentalidad Social. Siglos XV a XVII (Madrid: Revista de Occidente: 1972, pg. 572) al más viejo Saavedra Fajardo: "los corazones de los hombres, aunque más sean de diamante, no pueden la defensa de las murallas".
Ambos se equivocaban, mediando tres siglos de distancia entre sí: si se reducen los corazones de los hombres y, con ellos, a estos mismos a mero objeto de trueque, no hay murallas que resistan las acometidas.
Cálculos mal realizados, conceptos errados, órdenes mal dadas o mal obedecidas, y todo esfuerzo será vano, aunque resulte política, económica y funcionalmente rentable... a la corta.
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