Dos probos ciudadanos ven en El País publicados, bajo el título Barbarie en Palestina, sus comentarios sobre el bombardeo de Beit Hanun. Clamando para que la Unión Europea sancione a Israel, uno de ellos termina su carta con un taxativo "De esta manera, igual algún día logramos acabar con esta locura de Israel".
Desde luego, si el ataque a civiles fue premeditado, podría calificarse de «terrorismo de estado y crímenes de guerra por los que los autores deben ser condenados según las leyes internacionales» como lo ha hecho en la ONU el representante palestino Ryad Manssur.
El problema viene después, cuando nadie puede condenar a ningún Estado árabe palestino por nada, dado que desde el incumplimiento de la resolución 181 de la Asamblea General de las Naciones Unidas de noviembre de 1947, los líderes árabe palestinos y sus sucesivos patronos han rehusado constituirse como tal.
Y, en consecuencia y para desgracia de los propios árabes palestinos, para muchos biempensantes, no es barbarie:
- El lanzamiento de cohetes y misiles a discreción y sin tasa sobre poblaciones civiles,
- El envío de suicidas hombres y mujeres bomba,
- El empleo de mujeres y niños para proteger a terroristas armados que se refugian en mezquitas, y
- Los muy selectivos secuestros e, incluso asesinatos, de periodistas y cooperantes, extranjeros y locales, para que se explique, como se les dice que se debe, lo que pasa en el territorio que podría ser Estado y que no es más que refugio de banderías criminales.
Cuando el campo de Mauthausen, en la foto, con su puñado de republicanos españoles, fue liberado por tropas estadounidenses en Austria, la Europa de la que muchos no se atreven, todavía, a declararse herederos, ya había hecho todo lo humanamente posible para "acabar con esta locura de Israel".
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Si Iñaki de Juana Chaos muere a consecuencia de su huelga de hambre, reiniciada tras la nueva sentencia que le ha sido impuesta, tranquilo, Otegui, no pasará nada.
Esto es, ETA podrá plantearse reanudar su actividad fundamental desde su fundación, el asesinato, justificando así objetivamente la existencia y la acción de tribunales de excepción, creados en España a imagen y semejanza de los establecidos por De Gaulle para perseguir a la OAS.
La única alternativa justa para todos es que ETA termine, ya, con su macabra representación:
- Si alguno de sus 'borrokides' no quiere obedecer, ahí tendrán ocasión de aplicar el 'antecedente irlandés',
- Sin alardes, tendrán que entregar todas las armas e infraestructuras, y
- Tengan todos por cierto que la comisión de comprobación vestirá, de corazón, en verde oscuro.
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Doña Esperanza Aguirre y Gil de Biedma ha anunciado que, en la Comunidad Autónoma de Madrid, suprimirá el impuesto de sucesiones.
Ciertamente, ese impuesto es radicalmente injusto: penaliza la transmisión de herencias de las familias que han acumulado su capital mueble e inmueble de un modo honesto, al compensar indebidamente con ello la lesión al bien común que produce toda acumulación de capital mueble e inmueble producida con quebrantamiento o fraude de Ley, manipulación de voluntades y sentimientos y corrupción de cargos públicos, todo ello robo evidente, por la directa o ante notario.
Mientras se buscan métodos más efectivos para restaurar con justicia el bien común, doña Esperanza Aguirre y Gil de Biedma ha alimentado con su anuncio las prácticas confederales de las derechas autónomas, sean estas españolistas o 'periféricas' en lo territorial o en lo ideológico.
Todo lo demás, es humo de tabaco de Filipinas.
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Que sea un emigrante andaluz el sucesor de Maragall, Pujol y Tarradellas en la presidencia de la Generalidad de Cataluña es, objetivamente, un exito democrático para todos.
Pero ello da ocasión para comprobar hechos frecuentemente ocultados.
No es de recibo afirmar que, para la derecha españolista, es intolerable que un catalán, ejerciendo como tal, -pobre Piqué-, pueda optar a presidir el Ejecutivo, el Judicial o, incluso, el Legislativo de la Nación española.
Pero, en paralelo, con vasos comunicantes con el hecho anterior, en la Cataluña española se ha hecho evidente que las derechas catalanistas y algunos sectores fascistas que anidan lógicamente también en independentismo radical soportan mal que el charnego Montilla pueda estar facultado para dirigir el Ejecutivo autónomo amparado por la Constitución Española.
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Cierto diputado electo al Congreso en las listas de los socialistas de Cataluña -"que buen vasallo, pese a que no hay buen señor"- afirmó, no ha mucho ante visitantes estadounidenses, que servidor es un "liberal radical".
No erró, ni en el fondo, ni en la ocasión: reflejo de mi actitud vital y pública, comentarios como los arriba expuestos confirman que lo soy al modo anglosajón.
Esto es, militando lo más racionalmente que sea posible en favor de opciones socialdemócratas que ayuden a preservar las posibilidades de desarrollo pleno de las libertades individuales en el seno de nuestra compleja sociedad occidental y su extensión al orbe entero.
Así me va en el Reino en el que vivo y al que sirvo lo mejor que sé.
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