Enrique Gorriarán Merlo, de 64 años, murió el viernes por la tarde de un paro respiratorio cuando iba a ser sometido a una intervención quirúrgica para librarle de un aneurisma en la aorta.
En los años '70, Gorriarán Merlo estuvo al frente del Ejército Revolucionario del Pueblo, una de las organizaciones terroristas más activas de la época en la Argentina, cuyas acciones alimentaron el golpe militar de 1976. Luego se exilió en Nicaragua, donde participó en acciones especiales de la guerrilla sandinista. Tras el triunfo sandinista, en 1980 lideró el grupo que asesinó al ex dictador de Nicaragua, Anastasio Somoza, protegido por Stroessner en el Paraguay.
Restaurada la democracia en la Argentina, no cejó en su acción armada, retroalimentada por intentonas golpistas como el que lideró el coronel Seineldín, fuertemente vinculado a grupos ultracatólicos y pro islamistas. Gorriarán Merlo, para entonces jefe del Movimiento Todos por la Patria, intentó tomar, junto a jovencísimos seguidores casi desarmados, el Cuartel de la Tablada, sito en las cercanías de Buenos Aires, Argentina el 23 de enero de 1989. En el asalto murieron 28 civiles y 11 militares, por lo que fue condenado a reclusión perpetua por la Cámara Federal de San Martín en 1992. Por esta acción fue sentenciado a cadena perpetua en 1995, pero fue indultado en el 2003 por el entonces presidente de la Argentina, Eduardo Duhalde.
En el año 2005 fundó el Partido para el Trabajo y el Desarrollo, vinculado con la revolución bolivariana promovida por el presidente de Venezuela, Hugo Chávez. En el 2006, Gorriarán Merlo fracasó en su intento de obtener acta de diputado en el Congreso argentino; para 2007 planeaba participar en las elecciones presidenciales.
La muerte de una persona no debe ser motivo de alegría. La muerte de este asesino, que jamás se arrepintió de sus crímenes, es una buena ocasión para meditar sobre la locura y la maldad en un tiempo que sigue siendo el nuestro.
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