8/19/2006

Por el río Nervión, bajaba la Navarra


No traiciono a un amigo anglosajón si relato cómo, durante sus andanzas a ambos lados de la muga entre Navarra y Guipúzcoa, los caseros calificaban el llamado conflicto como la última carlistada.

El nerviosismo cunde en el PSOE al no encontrar un candidato a elecciones para presidir la Comunidad Foral de Navarra, sí, y no menos en el PP, cuya marca confederal en Navarra es Unión del Pueblo Navarro, cuyo actual líder no ha concurrido a ninguna de las últimas cumbres populares que trataban públicamente los temas autonómicos. Navarra y su régimen foral tienen la máxima capacidad de autogobierno en España, por delante del País Vasco y, por supuesto, de Cataluña. Y Navarra, pués, es una de las mayores muestras del éxito de España, como demuestra el cómputo global de votos en los últimos treinta años.

Por ello, también, más miedo al ejemplo de Navarra tienen, por sus razones partidistas, los burukides de EAJ-PNV que los partidos con capacidad real de gobierno en Navarra.

Los etarras han de pedir perdón si, de mayores, quieren terminar de aprender a jugar al mus.

La suma-resta de derivados carlistas, tanto en el viejo Reino como en las Diputaciones Forales de Álava y Vizcaya, dejan poco margen de maniobra a la larga a las pretensiones soberanístas. Y, además, en las cuencas del Bidasoa y del Urumea, el Aralar de la raza pierde consistencia y se convierte en remanso de aluvión.

Súmese el que los señores obispos, incluido el de Roma, todavía no han dicho su penúltima palabra.

Y es que la inmensa mayoría, como en el resto de España, prefiere disfrutar de la voz de Edurne y de su champú… en paz.

Dejen, pués, de soñar todos las viejas marchas.

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