Jesús Fernández Díaz, nacido en Aldea del Obispo (Salamanca) en 1898 y fallecido en Toulouse (Francia) en 1941, fue el mejor novelista de la llamada “otra generación del 27”.
Su novela "La Venus mecánica" (1929) siguió decididamente las normas estéticas dictadas por Ortega y Gasset sobre el “arte deshumanizado” que marcaron los trabajos de sus contemporáneos, incluido el hoy centenario Francisco Ayala. Fernández Díaz abominaría de esos supuestos estéticos en 1930, concentrándose en las tareas de propaganda política y literaria vinculadas a su militancia comunista.
Colaborador de El Noroeste de Gijón y El Sol, dirigió Nueva España en colaboración con Antonio Espina y Joaquín Arderius. Son este último, publicó los relatos políticos Octubre rojo en Asturias y Vida de Fermín Galán. Su fe en el Partido Comunista quebró tras la Guerra Civil: exiliado en Francia, denunció los pactos entre Hitler y Stalin, conociendo a partir de entonces la persecución tanto de fascistas como de comunistas. Murió en la más absoluta pobreza, dejando viuda y dos hijas huérfanas.
Su primer libro, "El blocao, novela de la guerra marroquí" (1928), recoge una serie de relatos inspirado en su experiencia como periodista y agitador revolucionario durante la guerra de Marruecos. Su visión ética y estética del conflicto en el Rif y la Yebala es muy superior a las de Ramón J. Sendér en "Imán" y de Arturo Barea en "La forja de un rebelde". Pese a diversas reediciones de sus obras producidas a finales de los años 70 y 90, sigue siendo objeto de estudio limitado en los ámbitos académicos, habiendo sido despreciado el potencial cinematográfico de su obra. Al parecer, su digna resistencia ética y estética al totalitarismo debe seguir siendo objeto de castigo a derecha y a izquierda.
Sin embargo, su lectura sigue siendo útil. En agosto de 2006, la banalidad teñida de humanitarismo en el tratamiento de las realidades dramáticas de las guerras predomina en todos los medios. Intentando huir de esa tendencia, vigente tanto en la derecha como en la izquierda se hace preciso pensar. Y pensando a propósito de "El blocao...", se puede anotar que el despliegue de la OTAN en el sur de Afganistán recuerda en mucho el escenario táctico y operacional de la llamada campaña de pacificación de Marruecos.
Que no se equivoquen los amigos civiles y militares del GEES (*) : se trata, en el caso de la OTAN en Afganistán, de una campaña de policía internacional realizada con medios militares; no de la campaña antiterrorista activa fijada contra Al Qaeda y sus franquicias librada sobre el mismo terreno afgano y liderada por los estadounidenses. Pese a los deseos de muchos de nosotros, no son lo mismo, ni jurídica, ni políticamente.
Su novela "La Venus mecánica" (1929) siguió decididamente las normas estéticas dictadas por Ortega y Gasset sobre el “arte deshumanizado” que marcaron los trabajos de sus contemporáneos, incluido el hoy centenario Francisco Ayala. Fernández Díaz abominaría de esos supuestos estéticos en 1930, concentrándose en las tareas de propaganda política y literaria vinculadas a su militancia comunista.
Colaborador de El Noroeste de Gijón y El Sol, dirigió Nueva España en colaboración con Antonio Espina y Joaquín Arderius. Son este último, publicó los relatos políticos Octubre rojo en Asturias y Vida de Fermín Galán. Su fe en el Partido Comunista quebró tras la Guerra Civil: exiliado en Francia, denunció los pactos entre Hitler y Stalin, conociendo a partir de entonces la persecución tanto de fascistas como de comunistas. Murió en la más absoluta pobreza, dejando viuda y dos hijas huérfanas.
Su primer libro, "El blocao, novela de la guerra marroquí" (1928), recoge una serie de relatos inspirado en su experiencia como periodista y agitador revolucionario durante la guerra de Marruecos. Su visión ética y estética del conflicto en el Rif y la Yebala es muy superior a las de Ramón J. Sendér en "Imán" y de Arturo Barea en "La forja de un rebelde". Pese a diversas reediciones de sus obras producidas a finales de los años 70 y 90, sigue siendo objeto de estudio limitado en los ámbitos académicos, habiendo sido despreciado el potencial cinematográfico de su obra. Al parecer, su digna resistencia ética y estética al totalitarismo debe seguir siendo objeto de castigo a derecha y a izquierda.
Sin embargo, su lectura sigue siendo útil. En agosto de 2006, la banalidad teñida de humanitarismo en el tratamiento de las realidades dramáticas de las guerras predomina en todos los medios. Intentando huir de esa tendencia, vigente tanto en la derecha como en la izquierda se hace preciso pensar. Y pensando a propósito de "El blocao...", se puede anotar que el despliegue de la OTAN en el sur de Afganistán recuerda en mucho el escenario táctico y operacional de la llamada campaña de pacificación de Marruecos.
Que no se equivoquen los amigos civiles y militares del GEES (*) : se trata, en el caso de la OTAN en Afganistán, de una campaña de policía internacional realizada con medios militares; no de la campaña antiterrorista activa fijada contra Al Qaeda y sus franquicias librada sobre el mismo terreno afgano y liderada por los estadounidenses. Pese a los deseos de muchos de nosotros, no son lo mismo, ni jurídica, ni políticamente.
En ambos casos, ciertamente, se erigen redes de blocaos e información entre las que transitan convoyes (**). El objetivo expreso de la vigilancia y la protección que brindará la OTAN es facilitar tareas de construcción y mantenimiento de infraestructuras tanto físicas como mentales que permitan sostener la instauración de la autoridad civil indígena reconocida internacionalmente.
El adversario probable es como roca entre las rocas, como arena entre las arenas. No es recomendable el uso masivo de la fuerza per se: es mucho más eficiente el empleo de técnicas indirectas y pacientes, llámense de estabilización y reconstrucción o llámense de prevención de la insurgencia.
Así, si la evolución de la campaña es negativa, por errores propios o por mayor voluntad y mejor estrategia de los adversarios, las emboscadas en las rutas y los ataques sorpresivos de los talibán y de otros señores de la guerra se tornarán insurrecciones abiertas de la población. Y entonces la OTAN tendrá que decidir qué hacer.
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El adversario probable es como roca entre las rocas, como arena entre las arenas. No es recomendable el uso masivo de la fuerza per se: es mucho más eficiente el empleo de técnicas indirectas y pacientes, llámense de estabilización y reconstrucción o llámense de prevención de la insurgencia.
Así, si la evolución de la campaña es negativa, por errores propios o por mayor voluntad y mejor estrategia de los adversarios, las emboscadas en las rutas y los ataques sorpresivos de los talibán y de otros señores de la guerra se tornarán insurrecciones abiertas de la población. Y entonces la OTAN tendrá que decidir qué hacer.
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(*) Misión en el Congo: ¿haciendo el mico? por GEES, 1 de Agosto de 2006 y En la inopia por GEES, 26 de Julio de 2006.
(**) En medio de la algarabía analítica y propagandística, a propósito de los convoyes y la seguridad de las tropas españolas, uno se preguntaría si los vehículos VAMTAC desplegados en Afganistán son de la versión VL, de 122 CV de potencia, o de la originalmente propuesta en 1995, de 163 CV. También uno se preguntaría, y no es molestia, si es cierto que los VAMTAC fueron aceptados a partir de 1996 sin haber sido especificado en su diseño la previsión de instalación de equipos de blindaje y refuerzo anti minas de los que entonces –guerras balcánicas mediante- ya existía noticia de su conveniencia… a veces, las economías llevan a malas decisiones facultativas y, por tanto, políticas.
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