Esta mañana El País ha dedicado sendos editoriales a asuntos militares, el primero propugnando el envío de tropas al Líbano y el segundo criticando la ambigüedad de las misiones, facultades y orgánicas de apoyo de las Fuerzas Armadas en materia de Protección Civil.
Pese a lo que diga Losantos, El País es un periódico de derechas muy español, ciertamente pro francés y pro árabe, razón que explica su ardor pacificador en el editorial libanés.
La carencia de voluntades políticas para afrontar la misión de casi imposición de la paz que exige la situación en Líbano tiene que ver, en el caso español, con la ligereza con que se afrontó el paso del viejo modelo de Fuerzas Armadas de conscriptos, que Felipe y Fraga habían buscado optimizar para convertirlo en modelo de ciudadanos, al definido por la contratación pecuniaria de toda la tropa y marinería.
El País apoyó, como tantos otros, a Aznar y a Pujol, en la jugada. Y esa jugada, en los países donde está vigente el modelo napoleónico de configuración de la Judicatura, de la Policía y del Ejército, sólo conduce a una reedición postmoderna del despotismo ilustrado. Ello necesariamente choca con la suma resta de voluntades de los ciudadanos, estén democráticamente expresadas y representadas o no.
Lo divertido del caso es que, en su segundo editorial, El País se queje de la falta de tropa y medios para atender misiones internacionales - ¡qué decir si hubiera que ir abiertamente a la guerra!- y, al tiempo, proteste que la manida Unidad Militar de Emergencias (UME) "desvirtúa la esencia" de las Fuerzas Armadas, en similares términos a los usados, entre otros, por los corporativistas de ultraderecha afines a la AME.
Preocupa a El País, además, "que, tal como se ha planteado, la proyectada unidad pretende tener poderes policiales similares a los que poseen los agentes de la autoridad, rompe la cadena de mando militar, supone un esfuerzo presupuestario que en principio debería servir para reforzar las capacidades civiles de reacción ante emergencias (más de 1.600 millones de euros hasta 2008) y obliga a sustraer personal militar ya en activo (que debe ser posteriormente instruido en actividades que no forman parte de su formación profesional de origen, con idea de que la unidad llegue a ser plenamente operativa en mayo de 2008)".
Incluso siendo cierto todo ello, El País debería recordar que, en el modelo napoleónico aceptado en España, la Guardia Civil tiene su carácter militar. Y desde luego, los guardias tienen potestad como agentes de la autoridad (civil) , el Instituto rompe estructuralemente la cadena de mando (militar), sustrae recursos a otras agencias (civiles y militares) y la formación de sus antaño llamados números atiende a tantas necesidades que parece imposible que sea eficiente y, sin embargo, lo es a ojos de la opinión pública.
Existiendo la Guardia Civil, la orgánica y funciones de la UME deberían estar integrados en ella, tal como servidor apuntó a la autoridad competente -civil, por supuesto- pronto y, más tarde, públicamente en OESD.
Por lo demás, el empleo de cualquier fuerza militar en cualquier cometido civil es viejo como la vida misma. El resguardo de la preeminencia de la autoridad civil se logra, haciendo que la unidad militar empleada esté bajo el mando operativo de la autoridad civil y acompañada por sus agentes.
Ya en el siglo XVIII, el Conde de Aranda para reprimir el motín de Esquilache, hizo salir de ronda a las Reales Guardias Española y Valona bajo dirección de los alguaciles de Villa y Corte y de los Reales Consejos para salvaguardar la preeminencia de la autoridad civil superior. Otrosí, y casi en los mismos términos por escrito que el Conde de Aranda, hizo el teniente coronel Rojo en cuanto pudo ante la inminencia del avance de los insurrectos sobre Madrid, desplazando ciertamente a patrullas del amanecer y otros chequistas que habían campado por sus respetos antes de noviembre de 1936. En todo caso, los buenos amigos de El País podrán recordar cómo les chasseurs alpins iban acompañados por un gendarme en sus patrullas anti terroristas en los tiempos del GIA, bajo la cohabitación Mitterrand-Chirac.
Pero, para mal de muchos, remedios diversos. En los EE.UU. no hay Guardia Civil. Su sistema de Protección Civil dista mucho de ser todo lo eficiente que querrían los ciudadanos. Pero hay Guardia Nacional, como corresponde a la tradición democrática que reconoce a los ciudadanos el derecho inalienable, a ejercer regladamente conforme a las enmiendas II y IX en relación con el conjunto de su Constitución, a la legítima defensa armada, incluso contra posibles abusos de los poderes centrales, esto es, federales.
También en los EE.UU. están preocupados por el fuego. Y allí, la Guardia Nacional, con el resguardo de los agentes de la autoridad civil competentes, emplea, por ejemplo, helicópteros militares en el control de incendios forestales. El de la foto, pertenece a la Guardia Nacional de Oregón, primera de las organizaciones que usó los Blackhawk en dichas tareas el año 2000.
Es posible que ya esté abierto el debate público de fondo sobre las Fuerzas Armadas que se necesita y que a propósito de la UME parece proponer El País. Tómese en cuenta para la discusión el artículo El papel de las fuerzas armadas en la lucha contra el terrorismo internacional (ARI), librado el pasado viernes en el Real Instituto Elcano por el coronel Miguel Ángel Ballesteros Martín, jefe del Departamento de Estrategia y Relaciones Internacionales de la Escuela Superior de las Fuerzas Armadas.
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