Pongamos las cosas en su sitio.
Lo importante es que Cuba esta viva y tiene futuro.
Como lo está España, como lo están los Estados Unidos.
En primer lugar, los cubanos forman una de las más amplias y profundas redes de comunicación informal del mundo. A su través, miles de intercambios de toda especie se realizan todos los días. Al cabo, pese a las restricciones técnicas y políticas, cientos de miles de personas dentro y fuera de la Isla están en contacto permanente. Básicamente, todos los cubanos, estén donde estén, saben lo que les interesa como pueblo y como individuos.
En segundo lugar, los cubanos, dentro y fuera de la Isla, tienen mucho que perder y, al tiempo, mucho que ganar. La solución cubana será la suma-resta de las voluntades prácticas de todos y cada uno de los cubanos. Como los beneficiarios herederos del franquismo sociológico en España, en el interior no pocos están echando sus cuentas ante la inminencia del hecho biológico. En el exterior, los indicios señalan que pronto emergerá desde La Florida la propuesta de una mutua amnistía sin amnesia, como en Centro Europa, que favorecerá el retorno de los que quieran. La mayoría de los cubanos, dentro y fuera de la Isla, quiere vivir (bien) y morir (lo más tarde posible) en paz.
En tercer lugar, los “angolanos” en el interior de la Isla ya conocen de sobra los límites de las alianzas exteriores del régimen, pasadas y presentes, para la nación cubana; por su parte, los cubanos de La Florida van sabiendo que, participando sin ánimo de venganza en el futuro de Cuba, su peso relativo y el de la propia Cuba como nación ante los EE.UU. y en el orbe se incrementan exponencialmente.
Ante la nueva situación que se avizora en Cuba, los españoles nietos y los bisnietos de los “panchos”, como los mirones en los juegos de naipes, velando cómo no por nuestros intereses, tenemos que callar bastante, servir licores y repartir tabaco.
Podremos así ganarnos, con el acuerdo de todos los cubanos, el derecho a enterrar como mandan las ordenanzas a los marinos que yacen en fosa común en las playas de Santiago desde hace más de un siglo.
Así será sí, con discreción, se ayuda eficientemente a que todos los cubanos aseguren el futuro de Cuba en paz y en libertad. En la España real del siglo XXI, lejos de proclamas agoreras y de reminiscencias utópicas, no cabe misión más alta.
Lo importante es que Cuba esta viva y tiene futuro.
Como lo está España, como lo están los Estados Unidos.
En primer lugar, los cubanos forman una de las más amplias y profundas redes de comunicación informal del mundo. A su través, miles de intercambios de toda especie se realizan todos los días. Al cabo, pese a las restricciones técnicas y políticas, cientos de miles de personas dentro y fuera de la Isla están en contacto permanente. Básicamente, todos los cubanos, estén donde estén, saben lo que les interesa como pueblo y como individuos.
En segundo lugar, los cubanos, dentro y fuera de la Isla, tienen mucho que perder y, al tiempo, mucho que ganar. La solución cubana será la suma-resta de las voluntades prácticas de todos y cada uno de los cubanos. Como los beneficiarios herederos del franquismo sociológico en España, en el interior no pocos están echando sus cuentas ante la inminencia del hecho biológico. En el exterior, los indicios señalan que pronto emergerá desde La Florida la propuesta de una mutua amnistía sin amnesia, como en Centro Europa, que favorecerá el retorno de los que quieran. La mayoría de los cubanos, dentro y fuera de la Isla, quiere vivir (bien) y morir (lo más tarde posible) en paz.
En tercer lugar, los “angolanos” en el interior de la Isla ya conocen de sobra los límites de las alianzas exteriores del régimen, pasadas y presentes, para la nación cubana; por su parte, los cubanos de La Florida van sabiendo que, participando sin ánimo de venganza en el futuro de Cuba, su peso relativo y el de la propia Cuba como nación ante los EE.UU. y en el orbe se incrementan exponencialmente.
Ante la nueva situación que se avizora en Cuba, los españoles nietos y los bisnietos de los “panchos”, como los mirones en los juegos de naipes, velando cómo no por nuestros intereses, tenemos que callar bastante, servir licores y repartir tabaco.
Podremos así ganarnos, con el acuerdo de todos los cubanos, el derecho a enterrar como mandan las ordenanzas a los marinos que yacen en fosa común en las playas de Santiago desde hace más de un siglo.
Así será sí, con discreción, se ayuda eficientemente a que todos los cubanos aseguren el futuro de Cuba en paz y en libertad. En la España real del siglo XXI, lejos de proclamas agoreras y de reminiscencias utópicas, no cabe misión más alta.
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