Ayer llegó un correo de esos de suscripción gratuíta conteniendo el siguiente titular Face of Defense: Chaplain Serves Commander, Soldiers.
Se trata de un pequeño reportaje propagandístico sobre el capellán castrense Curry, un baptista de Louisville, (Kentucky) que, con rango de capitán, sirve en Kandahar (Afganistán) a los tíos y a las tías de la Task Force Eagle Assault.
Sobre libertad religiosa y, con ella, el resto de libertades básicas, constitucionalmente, a los EE.UU. nadie le tiene nada que enseñar desde hace 220 años y pico, mucho menos desde las enmiendas impulsadas por tal Jefferson durante su presidencia. Ello no significa que no haya habido, no haya y no vayan a haber problemas. Pero su práctica demuestra que sólo desde la libertad más absoluta -y la mínima dependencia posible respecto del César y del Becerro de Oro- es posible ejercer una verdadera tolerancia religiosa, una verdadera libertad de espítitu y de expresión, aquellas que precisamente permite vivir con rigor en la fe... o en la falta de ella.
Es curioso que el capellán Curry afirme: "Pienso que uno de los asuntos más importantes aquí es la relación entre los capellanes, cosa que cuesta lo suyo. Lo más importante es saber afrontar la tragedia, estar dispuestos a ser pastores y guíar el ánimo de la gente cuando se produce".
Hoy sirven como capellanes en las Fuerzas Armadas de los EE.UU. ministros ordenados de todas las religiones arraigadas en esa gran nación. Cierto es que, como pasa en según qué regimientos británicos, un católico irlandés no tiene inicial buena acogida entre puritanos de Nueva Inglaterra o que un musulmán puede sentirse segregado, de entrada, entre evangelistas de Oklahoma. Desde luego, los protestantes luteranos californianos secularizados, en principio, no se privan en pitorrearse del budista egresado de una comunidad tejana de antiguos refugiados survietnamitas...
Por ir dando datos, el primer capellán judío contratado como tal fue un tal Gittelsohn, por cuenta del US Marine Corps, no sé si polaco de Polonia en origen, pero, además, todo un "rojo" según se verá. Un tal Truman le llamó, terminada la Segunda Guerra Mundial, para analizar la cuestión de los derechos civiles, dónde seguro estudiaría los textos de un jesuita apellidado LaFarge, con el que acaso trataría. Luego, cuando la de Vietnam, Gittelsohn montó el pollo en contra de esa guerra ...y siempre -me dicen- estuvo contra la eutanasia. Pero antes...
En marzo de 1945, en el cementerio de campaña de Iwo Jima, clamó un sermón elegiaco titulado "La mayor y más pura democracia". Dicho sermón estaba acordado con sus compañeros de sagrado ministerio; en la foto, un capellán católico sirviendo la comunión. Como no he encontrado traducción alguna al castellano, traduzco aún a riesgo de traicionar el sentido de las palabras dos párrafos de dicho sermón:
"Hay una cosa más a la que nos debemos consagrar en memoria de los que duermen bajo estas tumbas. No erraremos alocadamente, siendo la más reciente de las generaciones de combatientes estadounidenses, si consideramos que la victoria en el campo de batalla no asegura automáticamente el triunfo de la democracia en nuestra casa. Esta guerra, con todo el dolor de corazón y sufrimiento que sentimos, no es más que el comienzo de la lucha de nuestra generación por la democracia. Cuando haya sido ganada la última batalla y estémos en casa como estuvimos antes, ¿quién de nosotros querrá volver al aislamiento respecto del resto de la humanidad y sabotear con ello la verdadera paz por la que luchamos?. Prometamos que no lo haremos, que uniremos las manos con Inglaterra, con China, con Rusia en búsqueda de la paz, incluso si estuviéramos en guerra, para construir el buen mundo por el que han muerto nuestros camaradas.
Cuando se dispare el último tiro, habrá quienes vuelvan atrás, sin avanzar, habrá quienes estarán satisfechos con esas diferencias entre pobreza extrema y extrema riqueza en las que puede germinar otra guerra. Os prometemos, camaradas caídos, que no lo permitiremos. Esta guerra ha sido librada en favor del ser humano; los frutos de la paz deben poder ser disfrutados por todos los seres humanos. Prometemos, por todo lo que es sagrado y santo, que vuestros hijos, los hijos de los mineros y de los engrasadores, de los campesinos y de los obreros tendrán una vida decente y segura".
Bien sé que mucho de esto no se ha cumplido en el orbe; desde luego, tampoco en los EE.UU.. Si escribo "Café Americain 2005", al otro lado del charco me entenderán muy bien hoy, día 9; quién, con legítima "auctorĭtas", quiera saber a este lado por qué escribo esta frase, sólo tiene que preguntar y se le documentará. Pero, precisamente, en estos días previos a la inauguración presidencial en los EE.UU. me pregunto: ¿alguién me puede negar dónde, si no en la civilización occidental, se ha procurado velar por esos bienes comunes fuera del orden, del buen orden democrático, que sólo proporciona la libertad?.
Fe, sólo se puede tener en Dios.
Hoy, tengo cierta confianza en gentes como un tal Obama y como un tal McCain. Creo haber comprendido cabalmente cómo se ha defendido la democracia en América, dentro de los EE.UU., durante estos terribles últimos años
Desde siempre, la democracia sólo se puede construir defendiendo con rigor a los seres humanos, una especie animal que tiene algo muy especial: conciencia del respeto debido hacia uno mismo y hacia los demás.
Hoy, tengo cierta confianza en gentes como un tal Obama y como un tal McCain. Creo haber comprendido cabalmente cómo se ha defendido la democracia en América, dentro de los EE.UU., durante estos terribles últimos años
Desde siempre, la democracia sólo se puede construir defendiendo con rigor a los seres humanos, una especie animal que tiene algo muy especial: conciencia del respeto debido hacia uno mismo y hacia los demás.
Esto es, la capacidad de razonar y, por tanto, de discernir con libre albedrío para poder y llegar a decir lo que uno tenga que decir buscando la preservación e incremento de los bienes comunes, se tenga fe o no en Dios.
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