12/02/2007

La reforma constitucional del PP: ¿en defensa de España?


Es irrenunciable la construcción de una nación de ciudadanos libres e iguales, ajena a los privilegios territoriales que rompen las reglas del juego en un Estado social y democrático de Derecho.

Con esta frase del editorial de ABC de hoy estoy plenamente de acuerdo. No se puede consentir que el voto de un habitante de la provincia de Soria valga más que el de uno de la de Barcelona, o viceversa.

El problema de fondo, pero visto en corto, es que el PP, con la actual ley electoral y casi con cualquiera, en Cataluña no pinta ni siquiera en bastos y en las Vascongadas -como en Canarias, hoy- necesitaría de alianzas casi contra natura para gobernar. En el caso de Navarra, es obvio que el PP no existe ni siquiera como actor legalmente constituido en el Viejo Reino: en Galicia, Mariano, el PP lleva el mismo camino.

La calidad democrática y el fortalecimiento institucional son también aspectos básicos de una propuesta cuya finalidad última es poner coto a la deriva confederal encubierta del modelo territorial que ha impulsado Rodríguez Zapatero.

Esta frase del mismo editorial debería llevar a la publicación por parte de la Administración de las balanzas fiscales reales, con análisis político y empresarial de cómo se han configurado y ejecutado estas los últimos 15 años, por ejemplo.

Tal vez así, podríamos deshechar la sospecha de que la política económica y territorial del PP -confederados al respecto sus notables y amigos políticos- se ha centrado en construir un pasillo mediterráneo entre Madrid y el Levante bajo su dominio electoral. Todo ello clamando por España, apoyándose en las privatizaciones teledirigidas, en los colchones territoriales intermedios -favorecidos por la dicha ley electoral, provincia a provincia- y el empleo populista de las políticas sociales y los fondos de la Unión Europea.

El problema de fondo, para el PP y para el resto de los que nos sentimos españoles, es que no acabamos de comprender que España no es sólo proyección de Castilla, antaño dominadora. Hay demasiado personal al servicio de esta idea restrictiva respecto de la España que es, impregnado de "un patriotismo de Estado" que excluye lo que no va en su particular beneficio y que, encima, se atreve a presumir de cosmopolitismo por que es recibido en algunos despachos de, por ejemplo, Washington D.C. .

Fraga, hace mucho tiempo ya desde Galicia, propuso el concepto de "administración única" avanzando una línea de acción democrática y coherente para la articulación y asentamiento de la España que es. Por debajo de proclamas, conferencias e informes de parte del BBVA hoy se abomina de aquella más que sensata propuesta a favor de supuestos de futuros inmejorables para el dicho pasillo mediterráneo. Lejos de alimentar una necesaria reforma constitucional sensata -contando con todos los españoles sin excepción- mucho me temo que esa supuesta estrategia terminará como la también supuesta que se dice que se aplicó durante el aznarato en la lucha contra ETA: reforzando a la larga las opciones soberanistas en toda España, incluido ese pasillo mediterráneo convertido en reducto, á la Serbie, al fin más castellanos que prusianos de la extinta Yugoslavia.

Nota: Valoraciones previas a esto que hoy escribo, las adelanté en papeles y conversaciones privadas sostenidas en catalán y en castellano entre 1992 y 1995. En aquellas fechas, queridos Zarzalejos y Juaristi, café a Bayona iban a tomar con todas las garantías etarras algunos periodistas afines, en acto de traición directa a los hurones de la Guardia Civil y otros servicios de seguridad del Estado. Los criminales de ETA siempre han ocultado que tienen descubierto el centro de gravedad de España en el ansia infinita de dinero de muchos españoles -vosotros no, Zarzalejos y Juaristi, me consta- aprovechando todo error de ese ansia derivado.

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