El ensimismado Ignacio Camacho en Moción de censura confunde la parte con el todo.
Las gentes que acudieron a la manifestación del PP el 10 de marzo son parte del pueblo español, no su íntegra totalidad. Lo mismo sucede con las gentes que han acudido o acudirán a otras manifestaciones.
Y es bueno que el PP vislumbre ganar unas elecciones generales, incluso obteniendo la mayoría absoluta. No cabe otra alternativa.
Pero, aún ganando, el PP tiene que atender, desde ya, a factores desequilibrantes.
Es inevitable que se produzcan frustraciones de expectativas antes y después de que se celebren dichas elecciones.
Las vanguardias que, dentro y en el entorno del PP, parecen haber impuesto su línea acción, son el sujeto más cualificado para sufrir posibles frustraciones de expectativas.
Otras vanguardias, incluida la española pero indeseable izquierda abertzale, también son sujeto probable de sus propias frustraciones de expectativas.
Hay dos hechos ciertos:
1. El PP podría superar hoy el suelo electoral que supuso su éxito relativo en las elecciones generales de 1993, y
2. Pero, desde 1977 –con toda evidencia, aún contando el PP de mayoría absoluta parlamentaria tras las generales de 2000- gobernar España requiere de capacidades más sofisticadas que las del mero “ordeno y mando”.
El supuesto que se puede deducir, atendidos todos los factores, se enuncia tras las apreciaciones que siguen:
- En las elecciones locales, autonómicas y generales que seguirán a la manifestación del 10 de marzo, el PP podría lograr claras victorias.
- El PSOE, aún en el peor de sus resultados, no se derrumbará.
- En todo caso, todos los partidos nacionalistas llamados periféricos, como ocurre desde 1977, consolidarán una vez más sus posiciones electorales y de poder.
- En todo caso, el PP como gobierno tendrá que pactar con estos y con el PSOE, en todos los ámbitos, como hizo este último partido como oposición entre 2000 y 2004.
Como líder del PP, Mariano Rajoy tendrá que lidiar con muchas frustraciones de expectativas, no simplemente posibles, sino finalmente afloradas y organizados como están, ya, quienes las sufran.
De momento, Rajoy ha hecho el 10 de marzo su particular discurso de Argel a la española antes de asumir el poder ejecutivo de la nación, precisamente para lograr hacerlo. No hay ya espacio, salvo dramático desastre, para que el PP pacte con el PSOE y/o con los nacionalistas periféricos antes de las elecciones generales, se celebren estas cuando se celebren.
Es posible que, antes o después de ellas, Rajoy pueda perder el favor de la vanguardias que, de momento, hoy 12 de marzo le jalean. Estas vanguardias son las que intelectualmente, desde el juicio de Burgos de 1973, consideran que nuestra andadura política conduce a unos acuerdos de Évian a la española que a todas luces sólo prevén dichos ensimismados… Y que creyeron verla retardada durante el periodo 1996 a 2004.
Ya desde hoy, cabe anunciar la diferencia esencial respecto de aquel último periodo: llegado el momento, cabe temer que la integridad de España, la totalidad del pueblo español, la España que es, no resistirá en unión tanta acumulación de frustraciones en ruta de colisión como habrá.
Dicho de otro modo, el empate técnico entre PSOE y PP suma cero. Sin los nacionalistas periféricos, el resultado será negativo
Y la culpa será de todos y cada uno de nosotros.
Dicho esto, reitero: Contra ETA: a De Juana como a Hess
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